Por: María Fernanda Cabal
 

Bogotá, julio 22 de 2018

 

Colombia sigue siendo un país de contradicciones sorprendentes. El 20 de julio se instaló el nuevo Congreso de la República, con integrantes de muy diferentes orígenes políticos e inclinaciones ideológicas. Sin embargo, con una malentendida diversidad, se incluyó a criminales impunes con prontuarios escabrosos, como resultado de un espurio acuerdo político y no de un proceso democrático de la representación popular.

 

Así empezó el nuevo periodo legislativo en medio de una democracia que, en manos de Santos, confundió con engaños pluralidad con complicidad criminal y  pedagogía simbólica, con ridículo exhibicionismo.

 

Para algunos, esto es el reflejo de una democracia ampliada que le da cabida a “todos y todas”. Para otros, es el resultado de la apatía de un país mayoritariamente abstencionista, que permite el acceso de criminales y corruptos a la entidad más desprestigiada a los ojos del ciudadano común. Desafortunadamente el Congreso no representa la respuesta a las verdaderas necesidades del país nacional, pese a que algunos erradamente lo consideran más plural.

 

La desinstitucionalidad que le dejó Santos a Colombia se ve reflejada en este nuevo Congreso, principalmente por las diez curules que ocupan hoy la Farc, concertadas en un acuerdo de paz que fue rechazado en las urnas. Por eso, ante los ojos de la sociedad, se campean hoy criminales de lesa humanidad que gozan de impunidad y que participarán absurdamente en el rediseño institucional del Estado.

Ingresan también los autodenominados “Decentes”, que junto con su líder, maquillan sus propios pecados y engañan permanentemente al país, atizando la polarización y el odio.

 

Se posesionaron también tres nuevos congresistas de Mira -a quienes la lentitud del Consejo de Estado, les impidió ejercer en el periodo anterior- y Colombia Justa y Libre, quienes con tesón y disciplina, consiguieron tres escaños. Ingresaron también al legislativo, minorías como Mais, ampliando la verdadera democracia.

 

Los militantes verdes “anticorrupción”, por su parte, hicieron su show “pedagógico” protagonizado por Antanas Mockus, para quien el “no todo vale”  se convirtió en una burla de frente contra las normas constitucionales y legales, y en un acto grotesco procedió a mostrar las nalgas en pleno Congreso, como “simbología intelectual” que raya con la ridiculez absoluta e incentiva la irreverencia innecesaria y vulgar.

 

La bancada mayoritaria del nuevo gobierno, el Centro Democrático, demostró una vez más la vigencia de las tesis del Presidente Álvaro Uribe y la necesidad de volver a enrutar al país hacia la seguridad democrática, la cohesión social, la confianza inversionista y el Estado austero.

 

Durante la ceremonia de esta “diversa” instalación del nuevo congreso, Santos describió a Colombia como un paraíso de paz, desarrollo e inversión. Era previsible que su discurso estuviera plagado con cinismo de sus acostumbradas mentiras y auto alabanzas. Su psicopatía esquizofrénica no sólo le produce negación de la realidad sino exaltación fantasiosa de su propio ego, sobre la base de escenarios imaginarios.

 

Su único legado es un país engañado, dolido, empobrecido y polarizado, que traspasó todos los límites de lo absurdo.