Esta nueva oposición democrática es otro logro de Uribe y nació históricamente en su reunión con Petro.

La temperatura del país ha bajado en las últimas semanas tras meses de intensa campaña electoral. Millones de ciudadanos salieron de vacaciones y están auténticamente hartos de las noticias políticas. Tienen razón. Pero este ambiente ha permitido que los primeros días de Petro como presidente electo puedan leerse con la misma calma del momento: todo es reconciliación y diplomacia. Sin embargo, miremos más allá.

Lo primero que sorprende es que partidos tradicionalmente de derecha se movilizaran a una velocidad impresionante para estar al lado de Petro. Millones de ciudadanos han visto con la boca abierta la manera en que estas fuerzas políticas se han transformado desde una derecha clásica hacia algo que no se sabe qué será: en la última semana todos vimos fotos que jamás pensamos ver.

Salvo Uribe y el Centro Democrático, las “reuniones de diálogo” y de “reconciliación entre distintos partidos políticos” en realidad han funcionado para que los líderes de estas colectividades le notifiquen a Petro que no se quieren quedar por fuera y que serán parte de su coalición, así sea desde la posición de “independientes”.

No es un hecho menor: le da una aplastante mayoría en el Congreso a Petro para adelantar todas las reformas que quiera, sean o no lesivas para Colombia. Solo en el Senado, de los 108 senadores, serán apenas 13, los del Centro Democrático, los que estarían en oposición. Si la democracia funciona a través del contrapeso al poder, Colombia tendrá cuatro años de serias dificultades.

¿Tendrá que ver algo con eso que el diccionario de la RAE define como “conserva elaborada con fruta y azúcar”? No seamos mal pensados, demos el beneficio de la duda y supongamos que esas colectividades políticas están de acuerdo con el llamado “Frente Amplio” que Petro ha convocado para “sacar adelante al país”, y no detrás de mermelada.

De estos hechos, que deberían despertar preocupación al auténtico demócrata, vale destacar que el único líder político que anunció una oposición racional fue Álvaro Uribe.

Tras meses de respetuoso silencio y apartamiento en el proceso electoral, el expresidente saltó de nuevo al ruedo político y se convirtió en la voz del 47 % de los votantes que no eligieron a Petro. Ningún otro líder de la derecha, ningún otro partido, nadie se atrevió a esto. A mis ojos, lo anterior convierte a Uribe en el verdadero ganador de la reunión que tuvieron el pasado miércoles en Bogotá los dos líderes políticos más importantes del país.

Pero Uribe no reclama reconocimiento alguno. Muy al contrario, su llamado fue a hacer una posición razonada, con el objetivo de pensar en los intereses del país. Incluso aseguró que el Centro Democrático acompañará cualquier reforma positiva para Colombia: “Lo que podamos aprobar, lo haremos sin cálculos.”

El movimiento hecho por Uribe demuestra que la reconciliación no es sinónimo de renuncia a los principios, ni a la visión de país, ni un acatamiento silencioso a cualquier idea de Petro, ahora que él tiene cogida la sartén por el mango. Y también prueba que la oposición democrática no significa confrontación violenta, ni odio ni atentar contra este clima nacional en el que todos necesitamos desescalar la agresividad.

Sigamos mirando hacia adelante: con una recesión económica mundial a la vuelta de la esquina, Petro solo tendrá su primer año de gobierno para aprobar todas las transformaciones que prometió en campaña. El anuncio de una reforma tributaria que puede llegar a los 75 billones de pesos suena a anticipación, a raspar la olla antes de la crisis. Serán momentos de nerviosismo general y más que nunca Colombia requerirá una oposición que sepa bajar la temperatura a esas calenturas de Petro que pueden provocar un serio daño para el país.

En este escenario, la derecha debe configurar nuevos liderazgos políticos con la capacidad de hacer lo que la oposición a Duque hizo los últimos cuatro años, ya que se puede esperar, por ejemplo, que David Racero dejará de fiscalizar contratos del gobierno del que ahora forma parte, que Catherine Juvinao no hará más control político a la asistencia de sus compañeros, que ahora son coalición junto con ella, y que Ariel Ávila no hará más denuncias sobre alianzas políticas entre clanes tradicionales y el poder hegemónico, ya que dejó de hacerlo mágicamente esta última semana, cuando las nuevas alianzas hacia Petro saltaron a la vista de todos.

Esta nueva oposición democrática es otro logro de Uribe y nació históricamente en su reunión con Petro.

Óscar Ramírez Vahos