Una cosa es el voto virtual (que estoy proponiendo), y otra el voto electrónico (que ya existe en la legislación colombiana hace más de 15 años).

 

Es increíble que algunos desinformados (¡y des-informadores!) a través de las redes se hayan dado a la tarea de acusarme, ni más ni menos, que de querer traer el castrochavismo a nuestro país, implementando un supuesto compromiso del acuerdo de La Habana.

Tocó entonces explicarlo con plastilina, de manera que no se confunda el voto electrónico con el voto virtual, ni la tarea de un legislador, con la de un Registrador; ni mucho menos los acuerdos de La Habana del 2016 con la reforma política del 2003.

Vamos por partes. Arranquemos por el voto electrónico, que consiste en sustituir los tarjetones tradicionales por unas máquinas computarizadas en las cuales se emite el voto, y estas imprimen un respaldo que después servirá para la auditoría de las elecciones. Esta forma de votación existe hace 17 años en nuestra legislación, pero hasta el momento no ha sido implementada. Ha sido usada en muchos países del mundo, entre los cuales está Venezuela, pero también Estados Unidos, Francia y España.

Esta forma de votar se incluyó en nuestra Constitución mediante la Reforma Política del 2003, agregando al artículo 258 un parágrafo que crea la posibilidad de usar esta tecnología en las elecciones. Reglamentada después mediante la Ley Estatutaria 892 del 2004, estableciendo que su implementación se realizará antes de 5 años. Como esto no sucedió, en la Ley 1475 del 2011 se volvió a insistir.

Es decir, el voto electrónico ya existe en Colombia, pero entonces, ¿cuál es el rollo con la Registraduría? Pues que el Registrador ha manifestado que ahora sí va a implementar este voto electrónico. Para lo cual, no necesita una ley, ni tampoco requiere del Congreso, ni, por ende, de los congresistas (incluido el suscrito). Simplemente la Registraduría podrá desplegar su uso en las elecciones.

¿Y entonces por qué arrancaron las fake news? Pues por no estudiar los temas, ya que el pasado 5 de junio lideré una audiencia pública sobre el voto virtual, y algunos la interpretaron como una audiencia sobre el voto electrónico. Craso error, porque el voto electrónico ya existe en nuestra legislación, cosa distinta a lo que sucede con el voto virtual, que ese sí no está reglamentado, y precisamente por ese vacío legal, es que surge la propuesta.

Pero es que el voto virtual tiene unas grandes ventajas. Por ejemplo, los ciudadanos van a poder votar desde su celular o computador, con una dirección IP previamente registrada ante la autoridad electoral. Se involucra igualmente la tecnología blockchain o cadena de bloques, que se utiliza hoy en día para las transferencias virtuales de dinero, como el bitcoin, la cual ha sido tan segura, que las transacciones en criptomonedas se han masificado en el mundo.

Además, a diferencia del voto electrónico actual, esta tecnología se basa en que cada dirección IP desde donde se emite el voto, conforma un bloque de una gran cadena de bloques, que serían todos los votos emitidos, y que, para poder editarse, hackearse o modificarse, tienen que ser alterados todos los bloques de la cadena, pues cada bloque almacena la información total emitida. Esto es prácticamente imposible porque no existe una intermediación donde pasen estos votos, ni un servidor general, para lo cual, si un atacante quiere manipular los resultados, necesitaría atacar al mismo tiempo los 36 millones de votos que puedan emitirse, necesitando 36 millones de atacantes, pues basta con que un solo nodo esté operativo para que la información real y verdadera quede preservada.

Ya perdí la cuenta de los insultos recibidos en redes por cuenta de quienes con ligereza me matriculan con una iniciativa que no es mía y en cambio desconocen la que si es de mi autoría.

En conclusión, ¡estudien vagos!, porque mi propuesta ni tiene su origen en el voto electrónico incluido en nuestra Constitución desde el año 2003, ni tampoco en los acuerdos de La Habana. Mi propuesta, la cual radicaré el próximo 20 de julio, puesta en análisis, de manera transparente, consensuada y participativa, hacia la ciudadanía, es que los colombianos para votar solo tengan que abrir su computador o celular desde cualquier parte del país y del mundo en que se encuentren. Piensen en este ejemplo: el voto virtual es pagar el recibo desde la aplicación móvil del banco en su celular, y el voto electrónico es pagarlo en el datafono del supermercado más cercano.