@jflafaurie

La  de Iván Duque y Martha Lucía Ramírez con el excandidato, o mejor, con quien debería ser hoy el presidente de la República, Óscar Iván Zuluaga, si la campaña reeleccionista de 2014 no le hubiera montado la patraña del hacker.

En enero de 2017, Oscar Iván es exonerado y se lanza a buscar la presidencia en 2018, pero surge el escándalo de Duda Mendonca, que hace unas declaraciones comprometiendo a la campaña de OIZ y luego desaparece. La Fiscalía, reconociendo la competencia del Consejo Nacional Electoral, le entrega el expediente, pero, ante la falta de pruebas contundentes, el CNE archiva la investigación en octubre.

En una reacción sorprendente, el Fiscal Martínez descalifica el pronunciamiento del Consejo y afirma que existe certeza de pagos de Odebrecht a la campaña de Zuluaga. Hoy nada se sabe de investigación alguna, pero el daño estaba hecho. Zuluaga se hace a un lado y se inicia el proceso que erige a Iván Duque como candidato del partido y de la Alianza vencedora.

De este thriller electoral contra el Centro Democrático se desprenden cuatro conclusiones:

Primera. La clarividencia política de Álvaro Uribe; un político realista, visionario y comprometido con los intereses ideológicos del partido. El expresidente no podía desconocer la trayectoria de Óscar Iván y, si se quiere, sus derechos como candidato, pero tampoco su alta vulnerabilidad, no solo por el escándalo ya superado del hacker, sino frente a la inoportuna e improcedente declaración del Fiscal.

Segunda. La dignidad de Óscar Iván. Frente a una nueva descalificación, Zuluaga llama a la serenidad, la prudencia y la reflexión; nos recuerda que “El futuro de Colombia es el bien superior”; reivindica la sujeción a los intereses del partido y reitera que “Las convicciones trascienden los momentos de dificultad”. Una lección de dignidad política.

Tercera. El tiro por la culata. Si las declaraciones del Fiscal buscaban bloquear a OIZ y allanarle el camino a Germán Vargas, pues lograron lo primero pero les salió el tiro por la culata con lo segundo, pues el sacrificio de Óscar Iván dio paso a la aparición de un contendor formidable.

Esa es la cuarta conclusión, el surgimiento de un fenómeno político: Iván Duque, que no solo representaba aire fresco, sino que era un candidato blindado contra cualquier posibilidad de armarle una narrativa destructora y, además, su discurso conciliador y progresista supo conectar con el país.

Al final, Óscar Iván honró su palabra y se tomó la foto que faltaba. Quienes querían ver al CD dividido y en la dispersión que a otros aqueja, hoy enfrentan a un partido monolítico y con vocación de triunfo.

Nota bene. Si hay argumentos, ¿por qué no algo de triunfalismo? El país debería ahorrarse $250.000 millones y elegir a Iván Duque en primera vuelta. Esa platica se puede destinar a la educación.

(FIN)