Bogotá, 16 de julio de 2018.– El siguiente es el discurso del presidente electo, Iván Duque, en el acto de entrega de credenciales por parte del Consejo Nacional Electoral al Presidente y a la Vicepresidenta de la República, Periodo Constitucional 2018-2022:
 
“¡Muy buenos días a todos ustedes!
 
Quiero empezar por hacerle un reconocimiento a esta institución, a la organización electoral, a sus funcionarios, a sus directivos, a los honorables magistrados, al señor Registrador, a todas las personas que veo aquí en las ventanas, que son almas que trabajan por nuestra democracia. ¡Muchas gracias por su servicio a Colombia!
 
Quiero saludar, con especial admiración, a la primera mujer vicepresidenta de Colombia, la doctora Marta Lucía Ramírez, a su esposo Álvaro, a su hija Alejandra, a su padre, a sus hermanos; saludo también a la presidenta del Consejo Nacional Electoral, la doctora Idayris Yolima Carrillo Pérez; saludo a los honorables magistrados del Consejo Nacional Electoral: la doctora Gloria Inés Gómez, el doctor Felipe García Echeverri, el doctor Alexánder Vega Rocha, la doctora Ángela Hernández Sandoval, el doctor Armando Novoa García, el doctor Emiliano Rivera Bravo, el doctor Luis Bernardo Franco Ramírez, el doctor Héctor Elí Rojas Jiménez. Saludo al secretario general de la Organización Electoral de la Registraduría, el doctor Orlando Beltrán, y saludo al delegado del partido político FARC, el doctor Pablo Julio Cruz Ocampo.
 
Saludo al señor ex vicepresidente de Colombia, doctor Francisco Santos Calderón, saludo a los ministros del próximo gobierno de Colombia y a la presidenta nacional del partido Centro Democrático, doctora Nubia Estela Martínez; a mi gran amigo, gerente de nuestra campaña, el doctor Luis Guillermo Echeverri; saludo a los honorables senadores de la República, a los honorables representantes a la Cámara y saludo con afecto a mi familia: a mi madre Juliana Márquez Tono, a mi esposa María Juliana Ruiz, a Luciana, Matías y Eloísa, a los medios de comunicación.
 
Señoras y señores:
 
Hoy es un día especial para mí, para todos los presentes, pero sobre todo para nuestra democracia. Le doy gracias a Dios y al pueblo colombiano por permitirme ocupar el Solio de Bolívar como el presidente número 60 de esta gran República de Colombia.
 
Recibo esta distinción con humildad, con profundo amor por esta patria, y con el deseo de gobernar a todos los colombianos con igual afecto, con igual devoción. Aquí se trata de construir país, aquí se trata de construir futuro, y lo dijimos: el futuro es de todos. Y a partir de este momento, con esta investidura puedo decirles que no voy a desfallecer un solo segundo de mi vida para entregársela toda a los 48 millones de colombianos que conforman esta patria que nos hace sentir orgullosos.
 
Hoy también es un día especial porque Colombia recibe a su primera mujer vicepresidenta otorgándole esta credencial. Pero, como lo decía ella en sus palabras, no se trata solamente de este reconocimiento, sino de la acumulación de procesos históricos en Colombia, donde en 1958, en ese plebiscito, hace 60 años, las mujeres colombianas votaron y recibieron de los derechos políticos. Hoy, cuando Colombia recibe a su primera mujer vicepresidenta, y a un gabinete paritario, lo que tenemos que decirle al resto de Colombia es que esperamos el ejemplo en el resto de nuestra sociedad. En el sector privado, en todas las instancias de decisión, queremos empoderar a la mujer colombiana como símbolo de la transformación de nuestro país.
 
Hoy una nueva generación recibe este honor, y esta nueva generación tiene una responsabilidad histórica e ineludible, y es ser la generación que va a conmemorar el bicentenario de nuestra historia republicana. Por esta época, hace 200 años, los padres fundadores se debatían entre batallas y posibilidades de arquitectura institucional. Los nombres de Francisco de Paula Santander, de Simón Bolívar, de Antonio José de Sucre, de José María Córdova, de José Ignacio de Márquez y muchos más, eran los que estaban construyendo ese sueño de darle a este suelo patrio la infinidad republicana para convertirse autónomamente en un gobierno de todos.
 
En aquellas épocas, donde hubo momentos aciagos, donde hubo seguramente divisiones políticas, donde hubo diferencias en la conceptualización del Estado, primó algo, y era el sentido de construir una nación sólida. Hoy, cuando estamos a un año de conmemorar ese bicentenario, tenemos que pararnos nuevamente firmes y, en este caso, liberar a Colombia de la corrupción, del odio, del clientelismo, de la politiquería; eliminar, de una vez por todas, aquellos sentimientos que buscan la fractura de nuestra república, y concentrarnos en labrar el futuro. Ese compromiso lo asumo como nuevo presidente de los colombianos.
 
Esta época que antecede la posesión del Presidente de la República ha sido un momento de tomar control, de empaparnos del país que estamos recibiendo, en toda suerte de detalles. Y es importante decir que estas tareas del empalme no son tareas minúsculas, demandan un trabajo minucioso y hemos tenido un equipo dedicado, con disciplina, meticuloso.
 
Yo he dicho con claridad que no esperó gobernar a Colombia con espejo retrovisor ni mucho menos con espíritu revanchista. Pero tenemos que ser claros que estamos recibiendo un país con muchísimos desafíos complejidades y dificultades; no solamente se trata de un país que sigue viviendo convulsiones de violencia, que ha visto crecer en los últimos años de manera exponencial los cultivos ilícitos, y que hay algunos que se rehúsan a entregar las armas de la violencia y quieren seguir el camino de perseguir al ciudadano.
 
Cualquier forma de criminalidad debe ser rechazar, cualquier forma de violencia debe ser rechazada, y por eso tenemos que ser claros que en muchos lugares del territorio se están viendo crecer nuevamente esas manifestaciones. También debemos ser claros en entender que la corrupción es un flagelo que agobia a todos los colombianos y que siembra desconfianza, desazón, desesperanza. Y que, por lo tanto, tenemos que ser implacables; no es menos cierto que estamos viendo una economía que se ha desacelerado estrepitosamente, que hemos visto que la angustia por la carga tributaria disuade a muchas personas de empezar un negocio.
 
Vemos también con preocupación que muchas áreas del gobierno han visto reducir sustancialmente presupuestos necesarios para cumplir con sus tareas misionales; somos conscientes de que, en materia social, tenemos brechas que subsanar; tenemos institucionalidad precaria muchos lugares del territorio; hemos visto una proliferación de burocracia y una proliferación de peregrinaje administrativo que aleja el recurso del beneficiario ideal. Todo esto, que será presentado al país con detalle, no es para quedarnos en un sentimiento negativo. Todo lo contrario, las adversidades tienen que ser la oportunidad que reclama Colombia; las adversidades tienen que ser la forma en la que nosotros configuramos ese gen único de los colombianos, que es la resiliencia, para enfrentar las adversidades y surgir con esos bríos infranqueables que hacen que este país siempre supere cualquier crisis.
 
Por eso, ese estado de las cosas es para decirle al país que no vamos a ser inferiores al reto que nos da la historia, que no vamos a ser inferiores a esa motivación que tenemos de trabajar intensamente. Aquí no habrá milagros, pero habrá trabajo arduo. Y si unimos a Colombia entorno de sus propósitos comunes, los vamos a convertir en la más grande oportunidad de nuestra historia para quinto el territorio, cuando tengamos ese pasaporte y esa cédula, sintamos ese orgullo de ser colombianos en todo momento y lugar.
 
Esa realidad, señoras y señores, ese país que recibimos es un país que ha tenido grandes progresos en su historia reciente. Los últimos 50 años de historia de Colombia con un vaso medio lleno, pero no podemos ser complacido los retos inmediatos son tan grandes que demandan de nosotros una entrega cotidiana hacia lo estratégico y hacia lo táctico. Por eso hicimos una campaña hablando de propuestas y de proyectos, no dejando que ninguna pendencia nos quitara el foco de lo verdaderamente necesario para este país.
 
Por eso hoy, cuando los miro a ustedes, tengo que hacer hincapié en que es a Colombia por construir empieza por el concepto de legalidad. Si nosotros queremos ser un país que construya la paz, la paz para todos, tenemos que darle la plena garantía a cada ciudadano que camina por las calles de Colombia de que lo que tiene para proteger sus libertades es el Estado de Derecho y que cualquiera que se los vulnere tendrá una sanción ejemplar.
 
Para mí, es un triunfo que logremos acallar los fusiles de quienes han estado atentando contra la sociedad; para mí, es un logro que podamos permitir la desmovilización, el desarme y la reinserción de quienes han estado en las armas y construyan un camino de convivencia, sin que haya reincidencia; para mí, es un logro que tengamos la posibilidad de llegar a los lugares más apartados de Colombia con la inversión social, que podamos darle a cada rincón del país la oportunidad, donde la creatividad, el talento y la laboriosidad se conviertan en empleos formales; para mí, como colombiano, es un gran logro que tengamos un sentimiento de convivencia.
 
Pero tenemos que llamar a las cosas por su nombre.
 
Yo quiero unir a Colombia, yo quiero que la posibilidad que se perdió después del 2 de octubre del 2016 de forjar un gran ‘Acuerdo Nacional’ se construya rápidamente, y se construya sobre la base de que, mirando hacia el futuro de Colombia, de una vez por todas, hacia el futuro de Colombia, el narcotráfico deje de ser un delito conexo al delito político y se convierta en una acción censurable.
 
Yo los invito a que, en ese ‘Acuerdo Nacional’, nosotros permitamos que toda la sociedad actúe al unísono para derrotar el narcotráfico; la sustitución y la erradicación, por principio, deben ser obligatorias. Y, si hay quienes quieran adentrarse en el camino de eliminar estos cultivos por la voluntariedad, estaremos allí para ayudarlos. Y además tenemos que ser claros en que, en ese ‘Acuerdo Nacional’, lo que menos queremos es que se haga una burla al anhelo de las víctimas; por eso, armas escondidas o dineros escondidos o la reincidencia continua, deben tener una sanción ejemplar. Y lo que más queremos, pensando en las víctimas, es que ellos sepan que tendrán una democracia vigorosa, fuerte, creíble, donde habrá verdad, justicia, reparación y no repetición.
 
Esa Colombia de legalidad es la misma que hoy tiene que pararse firme contra cualquier forma de corrupción. Desde el próximo 7 de agosto, espero presentarles a los colombianos un paquete de agenda legislativa para que de una vez por todas endurezcamos las penas a la corrupción, acabemos con la casa por cárcel y reducción de penas a quienes atentan contra el erario público.
 
Desde ese 7 de agosto, espero también promover que quitemos las tentaciones que tanto afectan a la democracia, que limitemos los periodos en los cuerpos de elección popular, que tengamos la transparencia administrativa, que pongamos en el horizonte de nuestro país la claridad de decir que empresa que corrompa un funcionario, ni la empresa, ni sus dueños, ni sus gestores, podrán a volver a contratar con el Estado colombiano.
 
Esa lucha por la legalidad es la misma que busca instaurar valores, que volvamos a la enseñanza de la Cívica y Urbanidad desde edad temprana, que podamos sembrar nuevamente esa estirpe colombiana que, por inercia, por reacción propia del espíritu, siempre rechaza cualquier tentación de la ilegalidad.
 
Ese país es posible y ese país de la legalidad se tiene que encontrar con una economía que permita el desarrollo empresarial, el emprendimiento. Los momentos fiscales que vivimos son difíciles, son retadores, pero tenemos la capacidad que hemos tenido siempre como pueblo de buscarles soluciones; y ha llegado el momento de hacer una depuración de todos los gastos innecesarios para ponerles fin. Ha llegado el momento de hacer del Estado un ente eficiente, que haga más con menos, que apele a la tecnología. Ha llegado el momento de poder transitar hacía un país donde la carga tributaria se reduzca a quienes generan empleo para dar oportunidades y que también nos pongamos como meta, a pesar de cualquier dificultad, de mejorar el ingreso de los trabajadores colombianos.
 
Ese espíritu vigoroso de emprendimiento en lo rural, en las nuevas tecnologías, en la economía naranja, en todos los frentes que puedan surgir, tiene que ir orientado hacia la equidad; y estos cuatro años tienen que ser la posibilidad de definir una agenda de equidad, donde nos pongamos como meta derrotar la pobreza extrema y ampliar esa clase media que tanto reclama un empleo formal, para soñar con una mejor vivienda, para soñar con un vehículo, para soñar con la educación de sus hijos.
 
Ese país es el que todos tenemos que construir. ¡Todos! Y eso no quiere decir que no haya diferencias políticas, porque las diferencias políticas son naturales en una democracia; y eso tampoco tiene que limitar que se haga un ejercicio de la oposición riguroso: que nos reclame, pero no que nos fracture; que nos exija, pero que no promueva odios; que nos invite a hacer las cosas las cosas mejor, pero no a la crítica hirsuta que lo que busca siempre es la negación de la realidad.
 
Hoy, esa equidad tiene que ser la bandera de todos, el hacer una política educativa, de salud de cultura, de deporte, mejor, tiene que ser tarea de todos. Y, por eso, no voy a entrar en ningún tipo de competencia electoral con nadie: lo que busco es ser el presidente de los colombianos que entregue su vida por estos propósitos y que pueda decirles a los colombianos, con pedagogía, cuál es el camino que tenemos que trazarnos.
 
Esa equidad, ese emprendimiento, esa legalidad demandan que este sea el país de la sostenibilidad ambiental, donde nunca más se vea el medio ambiente como un costo, sino como el gran patrimonio de una nación donde más del 40% de su territorio es selva tropical húmeda, donde tenemos el potencial de desarrollar nuestros acuíferos, de protegerlos, de proteger nuestras cuencas, de proteger nuestros páramos, de hacer de las energías renovables ese anhelo de futuro donde nosotros tengamos una matriz cada vez más limpia.
 
Ese también debe ser el país de la innovación, donde tengamos registros de marcas, de patentes, donde tengamos inventores; donde los ingenieros, los arquitectos, los poetas, los músicos sean los nuevos protagonistas de nuestra historia; donde nos convirtamos en este gran epicentro latinoamericano de desarrollo de nuevas tecnologías. Eso es lo que yo quiero para Colombia. Las soluciones a nuestros problemas no tienen ideología; los desafíos que tenemos no tienen ideología y, por tanto, tenemos que actuar, entre todos, para hacerlo bien, en el marco de nuestra Constitución y de nuestra normatividad.
 
Señoras y señores: Yo rechazó cualquier forma de violencia; he tenido dolor cuando veo que sea acalla la vida de un líder social, de un líder político y de cualquier colombiano. Yo quiero transitar hacia un país en paz, pero ese país en paz necesita la firmeza de hacer cumplir la ley porque, cuando la ley es burlada, la que está amenazada no solamente es la paz, sino la integridad de todos nuestros compatriotas.
 
Hoy le propongo a Colombia un pacto, un pacto por el futuro, en estas áreas neurálgicas; y vamos a empezar desde el 7 de agosto a construirlo recorriendo los territorios. Semanalmente, estaré haciendo Consejos de Seguridad, buscando nuevamente ese sentimiento fraterno, entre la ciudadanía y la Fuerza Pública. Estaré haciendo reuniones sobre el futuro de nuestra economía con comerciantes, con industriales, con campesinos con científicos, con creativos, con emprendedores, jóvenes. Y estaremos celebrando semanalmente los talleres Construyendo País. Para volver a escuchar, para que la voz del pueblo, sus reclamos, sus iniciativas, sean las que dé a Colombia esa posibilidad de crecer.
 
Los colombianos pueden certeza de que lo que queremos es acertar; hemos buscado conformar un gabinete sin cálculo político, un gabinete donde la mujer tenga un papel preponderante, donde tengamos también varios ministros de una nueva generación que quiere transformar a Colombia, un gabinete que conoce los temas en los cuales se va a desempeñar; y esta semana, cuando terminemos su nominación, estaremos empezando este arduo trabajo.
 
Hoy, en esta Registraduría Nacional del Estado Civil, en esta organización electoral, tengo que rendirle un homenaje a mi padre, quien fue registrador. Él me enseñó a querer este país, a amarlo, a disfrutarlo, a soñarlo.
 
Hoy, cuando los veo a ustedes, y recibo este honor irrepetible, tengo conmigo un texto que quisiera compartirles. Cuentan algunos que el famoso escritor Antoine de Saint-Exupéry (autor del libro El Principito), en uno de sus momentos aciagos de la vida, escribió estas letras que deben servirnos de inspiración a todos los colombianos.
 
Dice lo siguiente:
 
‘No pido milagros y visiones, pido la fuerza para la vida diaria.
Enséñame el arte de los pequeños pasos.
Hazme hábil y creativo para notar a tiempo, en la multiplicidad y variedad de lo cotidiano, los conocimientos y experiencias que me atañen personalmente.
Ayúdame a distribuir correctamente mi tiempo.
Dame capacidad de distinguir lo esencial de lo secundario.
Te pido fuerza, autocontrol y equilibrio, para no dejarme llevar por la vida y organizar sabiamente el curso del día.
Ayúdame a hacer cada cosa de mi presente lo mejor posible, y a reconocer que esta hora es la más importante.
Guárdame de la ingenua creencia de que en la vida todo debe salir bien.
Otórgame la lucidez de reconocer que las dificultades, las derrotas, los fracasos son oportunidades en la vida para crecer.
Envíame, en el momento justo, a alguien que tenga el valor de decirme la verdad con amor.
Haz de mí un ser humano que se sienta unido a los que sufren.
Permíteme entregarles en el momento preciso un instante de bondad, con o sin palabras.
No me des lo que yo pido, sino lo que necesito.
En tus manos me entrego’.
 
En las manos de Colombia me entrego.
 
¡Muchísimas gracias!”.