Por: Ciro Alejandro Ramírez
La vocación agrícola del departamento de Boyacá está teniendo problemas en la generación de ingresos para la sostenibilidad del campo boyacense. En la mayoría del territorio colombiano, la migración del campo a la ciudad ha deteriorado las relaciones productivas del agro, la presencia de pobreza, el precario sistema de precios, la alta intermediación comercial, los costos de la maquinaria, el transporte y el acceso a los mercados locales, son factores que han deteriorado el sector y hoy, dejan la economía rural con tasas del 78% de informalidad, 87% de concentración de pobreza y una distribución del ingreso por debajo de las condiciones de subsistencia.
Por citar un ejemplo, me refiero a los productores de panela que, a pesar de sus esfuerzos, llevan más de 20 años solicitando una política integral de protección al sector que les permita sostener los precios y comercializar su producto, tanto a nivel local como internacional. Un sector que genera en el departamento 6.000 empleos directos y 4.500 indirectos de acuerdo a cifras reportadas por sistema de cadenas productivas del Ministerio de Agricultura, hoy el sector se encuentra  pasando por la mayor crisis de producción de los últimos diez años, debido a la fragilidad de los precios, a los altos costos de producción y a las altas restricciones en materia sanitaria.
Con casos como este, son muchos más los ejemplos de desarticulación productiva, teniendo en cuenta que los precios no se equiparan con los costos de producción y que la intermediación del mercado hace imposibles las ganancias para el productor, quien se queda con menos del 20% de la rentabilidad de su cultivo.
Las socializaciones que hemos tenido con el Ministerio de Agricultura nos han llevado a una conclusión: “en departamentos de vocación agrícola como Boyacá” la batalla la están dado los campesinos, contra la ausencia de mecanismos de participación que los incluyan en los mercados locales y les permitan especializarse” de ahí que la economía rural sea una economía de bolsillo, altamente concentrada, con problemas de falsa tradición y minifundios productivos.
Ese desarrollo para Boyacá, implica un paquete legislativo  que redunde en la priorización de las inversiones rurales, es decir, tenemos que acabar la intermediación abusiva, proteger los precios, incentivar la asociatividad, rebajar los costos de la maquinaria, facilitar el acceso al crédito y eliminar los costos de transacción innecesarios.
Esta sería una buena ruta, aprovechando que este Gobierno es el de la Economía Naranja.