Qué felices andaban los criminales y qué malacostumbrados muchos de sus compinches con las concesiones del anterior gobierno. No satisfechos con plena impunidad y curules en el Congreso para responsables de genocidios, crímenes de guerra y esclavitud sexual a menores de edad, entre tantas otras barbaries, veían cerca la posibilidad de que se hiciera realidad su ilusión: anarquía en toda la Nación para hacer lo que les viniera en gana, es decir, para hacer el mal sin temor a la ley.
Para su frustración, los colombianos salimos a las urnas y en Democracia decidimos que el rumbo debía cambiar. Elegimos a Iván Duque, quien se comprometió a recuperar el orden, la autoridad, la institucionalidad y a poner fin a demasiados años de tolerancia y premios a los victimarios.
Ese compromiso se está haciendo realidad y por ello algunos ven con desesperación cómo se les esfuma el país de las guerrillas, de los “Chávez”, los “Castros”, los “Maduros”, del narcotráfico y los “secuestros políticos” que tanto soñaron.
Nuestro presidente, respetuoso del ejercicio de la oposición legal pero nunca dispuesto a conceder beneficios a quienes hacen daño desde la criminalidad, en apenas cuatro meses de Gobierno dejó claro que hoy el que la hace la paga. Por ello implementa una política de lucha frontal contra la producción, tráfico y microtráfico de droga; persigue con la fuerza legítima del Estado a miembros de las Farc que continúan en la ilegalidad, así como al ELN y bandas criminales; y dejó claro a los secuestradores y asesinos de organizaciones guerrilleras que si algún día desean hablar de paz deben entregar a todos a quienes han privado de la libertad y cesar en su accionar violento.
Ya ningún colombiano o extranjero está por encima de la ley. Debemos respaldar al presidente Duque en su misión de cortar de raíz el terrorismo, el narcotráfico y las alianzas con dictaduras como la de Nicolás Maduro. Expulsar a un extranjero cuando representa amenazas a la seguridad nacional y a la tranquilidad del país es un acto soberano y significa institucionalidad, por eso fue deportado el venezolano Carlos Pino para escándalo de sectores de “izquierda” que hoy pretenden victimizarse, pero ayer justificaban la represión en el vecino país y la crueldad de las Farc contra la sociedad colombiana.
¡Qué bueno que regresaron el orden y la firmeza! Esa fue la decisión del pueblo en las urnas. De la mano del crecimiento económico, la equidad y las oportunidades, Colombia avanza con “A” mayúscula de autoridad. Ni los criminales ni sus compinches van a detenerla.