Por: Rafael Nieto Loaiza
Nuestro futuro, el de nuestros hijos y nietos, el de Colombia, es lo que nos jugamos.
Aunque, por fortuna, para este domingo no se hizo un giro definitivo desde una típica elección gobierno vs. oposición a una sistema vs. antisistema, no hay duda de que los dos candidatos más votados sí encarnan visiones sustantivamente contrapuestas.
Vale la pena examinar razones para votar. Una, el gobierno de Santos nos deja poco bueno y, en cambio, sí mucho criticable. No es gratuita su altísima desfavorabilidad en las encuestas. Gobernó aislado en el Palacio de Nariño, con visión centralista y sin oír a las regiones. Usó el presupuesto para comprar apoyos políticos y para favorecer a sus amigos. Utilizó el sistema judicial para intentar darle un viso de legalidad a sus arbitrariedades y para perseguir a sus enemigos. Aumentó los impuestos para satisfacer el apetito burocrático de sus amigotes. Endeudó el país hasta niveles insospechados. Premió a los criminales. Y, lo más grave, engaño a los electores y le hizo trampa a la democracia. Elegir un candidato de oposición es indispensable. No hay que olvidar que el dinero de Odebrecht y el apoyo de Petro fueron ambos decisivos para que Santos ganara en el 2014. Los únicos candidatos de verdadera oposición son Iván Duque y Marta Lucía Ramírez.
 
Dos, el pacto con las Farc, además de impunidad de facto para crímenes internacionales, nos deja dos funestos legados. Por un lado, más coca que nunca en nuestra historia. Más de 220 mil hectáreas, y con ellas unas “disidencias” y grupos criminales fortalecidos y al menos dos altos jefes reinsertados de las Farc vinculados al negocio. Mientras que en nuestro país haya tales niveles de coca ni terminará el conflicto ni cesará la violencia. De hecho, en los últimos meses la cifra de homicidios ha subido un 7 % y rompió la tendencia de decrecimiento de los últimos quince años. Para rematar, la drogadicción se ha disparado. Iván y Marta Lucía son los candidatos con la propuesta más coherente en seguridad y narcotráfico y quienes se han comprometido con la reserva activa de la Fuerza Pública.
 
Por el otro, el pacto rompe el principio de igualdad frente a la ley y premia a los criminales, dándoles derechos, beneficios y privilegios que no tenemos los ciudadanos que nunca hemos violado la ley. Semejante desbalance envía un devastador y antipedagógico mensaje y constituye un incentivo perverso para la violencia y el crimen. Iván y Marta Lucía son los únicos que han manifestado su disposición a corregir el desafuero.
 
Tres, Iván y Marta Lucía defienden la vida desde la concepción y el matrimonio entre hombre y mujer, protegen la fe y la libertad religiosa y de cultos, y ven la política como servicio a los demás y no a sí mismos. Una acción política ceñida a la ética y un compromiso decidido contra la corrupción son indispensables en el rescate del país. Más aún, después del pozo de corrupción en que vive sumergido Santos y cuyos detalles sabremos más temprano que tarde. Iván y Marta Lucía no tienen mancha alguna y tienen plena conciencia de que para Colombia es vital una gestión pública transparente y perseguir sin cuartel a los corruptos.
 
Cuarto, es indispensable reconducir la economía nacional. Crecimiento raquítico, deuda disparada, déficit fiscal superlativo, exceso de regulaciones y trámites, inseguridad jurídica, baja productividad, la mitad de le economía en la informalidad, sistema pensional insostenible, desincentivos para la inversión, carga fiscal insoportable, investigación, ciencia y tecnología de cenicientas, educación no pertinente y de mala calidad, uno de cada tres colombianos viviendo en pobreza. Como vamos estamos destinados, en el mejor de los escenarios, a la mediocridad. La propuesta de Iván y Marta Lucía es la más seria y estructurada y la que nos llevará por una senda de generación de riqueza, creación de empleo y disminución de la pobreza y la desigualdad.
 
Finalmente, Iván y Marta Lucía son unos verdaderos demócratas y los únicos que nos pueden alejar de la tentación autoritaria y el futuro de represión y miseria al que nos llevaría el populismo de izquierda que nos ofrecen como alternativa.