Por: Paola Holguín

 

Más o menos en el año 200 a. C., el historiador Polibio acuñó el término Oclocracia, o el gobierno de la muchedumbre, que es cuando la democracia se degenera, se mancha de ilegalidad y violencias, cuando se olvidan los valores que le dieron origen.

En Colombia pareciera que caminamos hacia ese estadio, impulsados por sectores que nos quieren hacer creer que, vandalismo y terrorismo son protesta pacífica; la persecución y el hostigamiento, oposición; y que movilizarse amenazando de muerte a un expresidente es una minga (expresión quechua que significa trabajo comunitario o colectivo con fines de utilidad social).

Hoy, Colombia está cayendo en la trampa de tramitadores de odios que olvidaron las lecciones de los clásicos. Platón en La República, afirmaba que la política era la  persecución de la felicidad del cuerpo político (la felicidad como fin del Estado); y Aristóteles, declaraba que el hombre tiende a vivir en comunidad y que la política es la ciencia práctica que busca la vida buena, la vida digna.

Pero aquí, el populismo que según Savater es la democracia de los ignorantes, se está tomando las instituciones y los debates; alarma ver cómo se justifica lo injustificable, y cómo no importa el colectivo, sino generar aparentes e irreconciliables divisiones, donde lo que gana un sector lo pierde otro, y lo que unos ganan otros tienen “derecho” a arrebatarle. La política se ejerce sin respeto por la vida, la libertad y la dignidad de las personas.

Este debería ser el tiempo para volver la mirada a la tradición clásica o aristotélico-tomista, a la noción de bien común, porque así como el actuar moral del individuo se realiza en el cumplimiento del bien, el actuar social alcanza su plenitud en la realización del bien común, que es la dimensión social y comunitaria del bien moral.

El bien común nos permite superar las artificiosas divisiones que se pretenden crear en la sociedad, nos permite un desarrollo humano humanizador, donde se defiende la democracia y no se cae en el democraterismo; se entiende el deber del Estado, pero no se cae en el Estatismo, se defiende un modelo pequeño, descentralizado y austero; se supera la dicotomía entre capitalismo salvaje y socialismo, a través del capitalismo consciente; se entiende que no hay divisiónentre libertad y seguridad, porque la libertad despreocupada de la seguridad es un absurdo; no opone el medio ambiente al desarrollo, porque sabe que es necesario conservar produciendo y producir conservando (ecología integral); respalda la noción de justicia, no como a todos lo mismo, sino a cada uno según su ser y su hacer.

En fin, la autoridad se ejerce de manera legítima si se aplica a la prosecución del bien común de la sociedad, empleando medios moralmente aceptables. El bien común, exige un esfuerzo común dirigido a obtener para cada persona y para todos los los ciudadanos y pueblos, las condiciones necesarias para un desarrollo integral, «donde cada uno pueda dar y recibir, y donde el progreso de unos no sea obstáculo para el desarrollo de otros ni un pretexto para su servidumbre».