Por: Margarita Restrepo, representante a la Cámara por Antioquia.

Esta semana, el martes 9 de abril, se conmemora el día de las víctimas, fecha en la que se debe exaltar a aquellos que han sufrido los rigores de la violencia.

Las víctimas no tienen niveles ni estratos. Todas están al mismo nivel, sin importar quién o quiénes han sido sus victimarios.

De acuerdo con el artículo 142 de la ley 1448 de 2011, el congreso deberá reunirse en pleno todos los 9 de abril para oír, en jornada de sesión permanente, a las víctimas. Este año no será la excepción.

Es lamentable saber que en esta ocasión, las víctimas que participen en la audiencia del Congreso de la República, tendrán que soportar que los peores victimarios, los cabecillas más violentos de las Farc, estarán allí en condición de congresistas, sin haber pagado un minuto de cárcel y sin haber siquiera respondido ante la justicia por los brutales crímenes que cometieron.

El 9 de abril, será un día de las víctimas, en un entorno de insoportable impunidad por cuenta del “blindaje” que les dio el gobierno de Juan Manuel Santos a los cabecillas del terrorismo.

La paz es estable y duradera cuando las víctimas efectivamente pueden confirmar que ellas son el centro de atención. En el caso de las valientes niñas de la corporación “Rosa Blanca”, ONG que integra a miles de mujeres que fueron reclutadas y esclavizadas por las Farc, hemos visto con profunda preocupación cómo sectores afines a las Farc, en vez de respetarlas y validar su dolor y sufrimiento, se han encargado de revictimizarlas a través de maltratos, señalamientos y agresiones de todo tipo.

El respeto por las víctimas no puede tener sesgo ideológico como viene sucediendo en nuestro país. Resulta inaceptable que aquellos ciudadanos que no militen en la extrema izquierda, no cuenten con los espacios suficientes para expresar su sentimiento de dolor.

Desde que se empezó a cocinar el acuerdo con las Farc, sabíamos que las víctimas reales de esa guerrilla serían totalmente desoídas. El país no podrá olvidar que a las rondas para supuestamente escuchar a las víctimas de las Farc, la primera asistente era la exsenadora Piedad Córdoba, conocida en las filas del terrorismo con el alias de “Teodora Bolívar”.

El discurso de nada sirve si éste no viene acompañado por hechos concretos. Se exalta a las víctimas, pero al mismo tiempo se acaricia a los victimarios otorgándoles garantías de impunidad; se les dedica un día entero a las víctimas para que se expresen en el Capitolio Nacional, escenario en el que éstas -las víctimas- serán obligadas a ver curules ocupadas por los genocidas que les causaron sufrimiento.

Estamos entonces ante una insoportable contradicción. Conmemoramos a las víctimas, exaltamos su memoria, nos solidarizamos con ellas, pero al mismo tiempo no hacemos lo que corresponde para que los victimarios paguen por sus crímenes. La impunidad, que nadie lo dude, es la más inadmisible forma de revictimización.