Por: Gabriel Vallejo
@GabrielJVallejo
Colombia vive de elecciones en elecciones y a muchos este tema les trae un poco de escozor, se sienten reacios, desconfiados y cada vez más desinteresados sobre el acontecer político; porque al final casi siempre terminan elegidos los mismos de siempre. En los últimos años hemos presenciado tres elecciones presidenciales, un plebiscito, una consulta anticorrupción y la cuenta sigue.

Sí, este mecanismo democrático sigue, pues en unos cuatro meses llegan los comicios para elegir gobernadores de los 32 departamentos, diputados de las asambleas departamentales, alcaldes de 1123 municipios, concejales municipales y ediles de las Juntas Administradoras Locales de todo el país.
Pero es que el problema no son las elecciones, por fortuna, todavía tenemos el derecho al voto, lo que debería garantizar la escogencia de una persona honesta que ayude con el progreso de la región, aunque si el criterio en las urnas no cambia y la decisión depende del número de tamales, tejas o contratos recibidos durante época de campaña, el rumbo seguirá siendo el mismo.

No es difícil reconocer a un político cuando tiene intenciones diferentes a las de servir y trabajar por el bien y el desarrollo de la comunidad: el político corrupto generalmente compra su aval para participar en procesos electorales, compra votos, generalmente con mercados, tejas, bultos de cemento y jamás sería capaz de convencer al electorado con sus ideas.
Además, el político corrupto trafica con favores, siempre pide algo a cambio, por algún favor que hace, siempre tiene un interés económico en los negocios del Estado e invierte cantidades inmensas de dinero, en campañas electorales y después tiene que salir a recuperar lo que invirtió.
Por el bien de nuestro país, por nuestro presente y por el futuro de nuestras generaciones, la cultura de elegir políticos corruptos tiene que acabar.
Invito a todo el pueblo colombiano a escuchar las propuestas de los candidatos, a revisar sus hojas de vida, a ser veedores para que los que lleguen al poder sean personas idóneas, capaces y su único interés sea el bienestar de la comunidad.

Colombianos: no pierdan la esperanza, ni desistan al poder de ejercer el derecho al voto. Castiguen al corrupto diciéndole no, rechacen a todo aquel que no es capaz de llegar a consensos que solo le importa su popularidad, su beneficio, su ego, su interés político, su ganancia y su fortuna; renuncien a la cultura de elegir corruptos.