Por: Margarita Restrepo
Millones de colombianos nos opusimos al acuerdo con las Farc, precisamente porque advertimos que las víctimas nunca iban a ser reparadas y que la verdad jamás se conocería.
Millones de colombianos votamos por el NO en el plebiscito de 2016 porque estábamos en contra de la creación de un aparato de justicia hecho a la medida de las exigencias de las Farc y no a la altura de las necesidades de verdad, justicia, reparación y garantía de no repetición que requieren las víctimas de la guerrilla terrorista.
Millones de Colombianos estamos en contra de que personas responsables de delitos de lesa humanidad ocuparan curules en el Congreso. Y nos molesta aun más a que dichas curules sean entregadas a dedo.
Es indignante que la nueva vicepresidenta del Senado, la terrorista Griselda Lobo niegue el reclutamiento forzado de menores por parte de la banda delincuencial de la que ella hizo parte.
Sus palabras son una acción de revictimización a los miles de menores que sufrieron vejámenes a manos de las Farc. No son casos aislados. El reclutamiento de niños, niñas y adolescentes fue y sigue siendo un crimen que las Farc cometen de manera sistemática y generalizada a lo largo y ancho de nuestra geografía.
Indigna que además de la terrorista Lobo, el cabecilla de ese grupo, alias Timochenko defienda la tesis de que las Farc no esclavizaron niños y que se burle del dolor de las víctimas que han tenido el valor de denunciar a la guerrilla, como las mujeres que integran a la “Corporación Rosa Blanca”.
No he desfallecido en mi empeño de lograr que los responsables por el reclutamiento forzado de menores sean castigados de acuerdo con los estándares internacionales de justicia. Quienes niegan ese delito, que es uno de los más sensibles a la luz del Estatuto de Roma, merecen ser repudiados como aquellos que niegan el holocausto judío.
La mentira, la trampa, la impunidad y el negacionismo son los pilares sobre los que está soportado el acuerdo con las Farc. Hoy, más que nunca debemos alzar nuestras voces y protestar enérgicamente para reclamar justicia y reparación a esos miles de niños que fueron esclavizados por aquellos que hoy tienen la desfachatez de negar que las Farc son una banda obsesionada con reclutar a menores de edad.