Por: John Jairo Bermúdez.
Representante a la Cámara.

Acceder a la universidad es un sueño para la mayoría de los jóvenes que culminan su secundaria y desean proyectar su vida como profesionales que aporten a grandes transformaciones de la sociedad. Esta realidad, que es un privilegio para cerca de un 38% de la población mundial según datos de la UNESCO, es aún más lejana para las personas con discapacidad, quienes representan la quinta parte de los habitantes del planeta, puesto que las oportunidades disminuyen de manera considerable al terminar cada uno de los ciclos de educación: primaria, secundaria, y por supuesto, la universitaria.

La Organización Mundial de la Salud afirma que la sociedad enfrenta un gran desafío en materia de inclusión, puesto que se ha demostrado que quienes son marginados por su discapacidad tienen menos oportunidades de desarrollar su vida de manera normal, en especial, de estudiar y de finalizar con éxito sus estudios en cualquier grado, en comparación con una persona que no tiene ninguna limitante.

En este sentido, toda discapacidad ha sufrido las consecuencias por causa de la discriminación y la falta de políticas de inclusión en todos los sectores; pero ocupémonos de la discapacidad auditiva, que es invisible en la calle, en el trabajo y en la escuela. Según datos de la OMS son más de 465 millones de personas con algún tipo de discapacidad auditiva en el mundo y en Colombia, según las estadísticas de INSOR, podrían llegar a ser dos millones de personas, de las cuales solo un 3% accede a la educación, pieza clave para su desarrollo laboral.

Los colombianos tenemos un largo camino por recorrer en términos de inclusión, y hablo de apropiación de conceptos, lenguaje y trato hacia las personas con discapacidad, estamos en mora de sensibilizar a toda la población y de hacer efectivo el respeto por sus derechos, así como también, el de implementar políticas para la promoción de la inclusión a través de la superación de las barreras comunicativas, mentales, actitudinales y sociales.

Este llamado a la inclusión permitirá que instituciones educativas logren adaptar sus entornos y currículos a las necesidades de esta población, y es así como hemos sido testigos en los últimos meses, que en Colombia se ha trabajado en saldar esta deuda histórica, con acciones como la liderada por la Universidad de Antioquia, que atendió el clamor de estudiantes sordos, asociaciones de la sociedad civil y entidades públicas, primer paso para la construcción de una sociedad equitativa, justa e incluyente.

Mi alma máter abrió el camino con la implementación de sus exámenes de admisión en lengua de señas, ejemplo que podrá ser replicado en el resto del país, permitiendo que entre todos podamos construir en conjunto una sociedad sin barreras que beneficie de manera homogénea a quienes forman parte de la comunidad educativa; permitiendo un real ejercicio democrático, en donde las personas que no poseen discapacidades convivan aprendiendo el significado de la discapacidad, eliminando las brechas y discriminaciones.

Este es el tiempo del cambio, del compromiso y de puertas abiertas a la inclusión de las personas con discapacidad auditiva en los campus universitarios, a través de un trabajo que aúne los esfuerzos de la academia, las organizaciones civiles que representan la discapacidad y el Gobierno Nacional que verá la luz en el departamento de Antioquia y será ejemplo para todas las universidades del país.

Permitamos que estas políticas afirmativas en pro de la población con discapacidad les permita lograr el sueño de ser profesionales, para lograr una realidad que han reclamado por años, la de ser útiles, productivos y en el que su participación es activa y efectiva.