Por: John Harold Suárez Vargas,

Senador de la República.

Un panorama sombrío y preocupante deja el 2021 para la educación, no solo en Colombia, sino en el mundo.

Diversos estudios del Banco Mundial, UNICEF, UNESCO, entre otros, han alertado sobre la debilidad en materia cognitiva que podría afectar a toda una generación como consecuencia de la pandemia del covid19 que obligó al confinamiento y educación no presencial, para lo que ni los estudiantes, ni los padres de familia y educadores estaban preparados.

En nuestro país la pandemia agudizó y visibilizó muchas de las deficiencias acumuladas desde la primera infancia hasta la educación superior en temas de infraestructura, conectividad, calidad, deserción, y permanencia.

Gracias al esfuerzo que se ha realizado desde la educación privada no estamos en una crisis total. Sin embargo, no podemos desconocer el ingente esfuerzo por superar la crisis desde el Gobierno Nacional y destacar muchas de sus acertadas decisiones en pro de mitigar el impacto negativo que trajo la pandemia.  

Reanudar los proyectos de construcción y remodelación de instituciones educativas a través Fondo de Financiamiento de Infraestructura Educativa – FFIE, muchas suspendidas por casos de corrupción del anterior gobierno. Con corte a diciembre 2 se han entregado 439 proyectos de comedores, cocinas, aulas,  baterías sanitarias y residencias escolares beneficiando a más de 100.000 estudiantes, además de la construcción de Centros CIC SACÚDETE y Centros de Desarrollo Infantil. 

La Educación ha tenido el presupuesto más alto de la historia y ocupa el primer lugar en el destino de los recursos del Estado.

La Matrícula Cero para los estratos 1, 2 y 3 es un avance histórico para reducir las brechas sociales, y se ha convertido en un modelo ejemplo en el mundo que muchos países quieren replicar. No podemos dejar de mencionar el avance en el programa ‘Generación E’ que ha beneficiado en este gobierno a más de 247.000 estudiantes.

El 2022 debe ser el año de la revolución educativa donde se requieren acciones radicales por mejorar la calidad, recuperarnos del rezago educativo y de habilidades sociales, fomentar el deporte y las expresiones artísticas, por lo que algunas de mis propuestas son incluir, así sea de forma transitoria, el grado 12 para fortalecer las competencias de los bachilleres antes de ingresar a la educación superior. Es necesario derogar el decreto 2105 de 2017 que redujo la jornada única en una hora. También se debe masificar el bilingüismo y la doble titulación en bachillerato con énfasis en informática y de acuerdo a las necesidades de la demanda laboral local, en lo que el SENA en cabeza de su director, Carlos Mario Estrada, ha realizado un excelente trabajo. Además es necesario fortalecer la transversalidad con el deporte, cultura, técnicas agropecuarias, ciencia y tecnología.

La responsabilidad en la educación no solo recae en el Ministerio de Educación; es necesario el compromiso de alcaldes y gobernadores, algunos quienes solo piensan en obras de cemento y en realizar convenios interadministrativos, en su mayoría inútiles, y destinar esos recursos para fortalecer la calidad educativa en sus territorios. 

FECODE no pueden seguir auto asumiendo la representación de la totalidad de los educadores y no puede seguir evadiendo su responsabilidad en esta crisis de calidad: debe ser autocrítica y evitar que algunos de sus afiliados practiquen el adoctrinamiento.

Finalmente, es urgente la necesidad de trabajar por la educación de la primera infancia con la construcción de más Centros de Educación Infantil donde se les garantice a los niños alimentación de calidad, desarrollen su motricidad, fortalezcan valores de respeto, solidaridad y disciplina.

Nuestros niños y jóvenes merecen una educación integral y eficiente, en nuestras manos está brindársela.

Comentario final. 

Es cierto que, como en todo gobierno, se han cometido aciertos y errores y hay cosas que se hubieran podido hacer mejor, como en la elección de sus ministros, en  la que tenemos el ejemplo del desconectado ministro, Guillermo Herrera, en la cartera de Deporte. Aún hay tiempo de replantear y presentar el respeto que la familia del deporte merece.