Alejandro Corrales
Senador Cafetero

 

Los últimos hechos de violencia que han eclipsado a Colombia, en los departamentos de Cauca, Valle del Cauca, Nariño, Chocó y Putumayo han revivido el debate sobre la inseguridad en el país, este no es un hecho nuevo, es una situación que por más de 200 años hemos vivido.

Según la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito, los departamentos de Nariño, Norte de Santander, Putumayo y Cauca concentran el 78% de los cultivos de coca del país y a su vez los departamentos de Cauca, Valle del Cauca, Nariño, Chocó y Putumayo concentran el 30% de los homicidios. Dos porcentajes que reflejan la cruda realidad que vive en gran parte el sur del país.

Cuando el presidente Iván Duque asumió la presidencia, Colombia rondaba las 200 mil hectáreas de coca y la erradicación se tenia que hacer de forma manual debido a un fallo de la Corte Constitucional, esta medida no solo es más costosa y menos efectiva (solo 250 hectáreas por día) sino también más peligrosa para los soldados, policías y erradicadores que la realizan, cuando en el caso de la aspersión aérea se pueden erradicar de 400 a 600 hectáreas por día.

El narcotráfico ha sido, sin lugar a dudas, el mayor mal para Colombia, la violencia se intensifica exponencialmente en las zonas de concentración de narcocultivos, un ejemplo de ello es Tumaco, Nariño, municipio a nivel mundial con la mayor concentración de cultivos de coca (32.000 hectáreas en 2019) y con la tasa de homicidios más alta del país (70 por cada 100 mil habitantes en 2019).

Ahora bien, estos reprochables sucesos que acabaron con la vida de nuestros compatriotas son efecto directo de las bandas criminales que se disputan el control de las rutas y zonas de narcotráfico, por eso si hay alguien a quien culpar es al ELN, a las disidencias de las Farc y a las bandas criminales como el Clan del Golfo.

Hoy es cuando el país debe unirse contra estos bandidos, contra los asesinos de lideres sociales, de jóvenes, de poblaciones enteras de colombianos; este no es momento de sacar provecho político ni culpar al gobierno por un problema que lo antecede.

Si queremos recuperar nuestro territorio y acabar con las muertes causadas por el narcotráfico, es tiempo de volver a la aspersión aérea, la cual hoy en día puede controlarse de mejor forma a través de inteligencia artificial, impidiendo su uso en parques nacionales, espacios fronterizos y cerca a comunidades por medio de sistemas de georreferencia.

Quiero cerrar esta columna citando las palabras que dijo el Ministro de Defensa hace algunos días: “Menos coca es menos violencia y menos plata para los masacradores. Tengamos presente que más coca es más violencia, más corrupción, más deforestación, más destrucción del medio ambiente, más asesinatos de líderes sociales y más consumo de droga para los jóvenes. Acabar con los cultivos lleva a más inversión, más creación de empresas agropecuarias e industriales y lleva más trabajo e ingresos para los campesinos”.