Por: Margarita Restrepo
Estaba reducida a su mínima expresión. La acción implacable de la Fuerza Pública en su contra, llevó a sus hombres hasta el borde de su desaparición.
La política de seguridad democrática del gobierno del presidente Uribe dio resultados incuestionables frente al ELN, grupo terrorista inspirado en la revolución cubana que empezó a delinquir a comienzos de la década de los 60 del siglo pasado en el departamento de Santander, y que con el paso de los años extendió sus tentáculos mortales a buena parte de nuestro territorio.
En octubre de 1997, el gobierno de los Estados Unidos incluyó a esa guerrilla en su listado de grupos terroristas internacionales y sus principales cabecillas son buscados mundialmente por distintos delitos cometidos contra ciudadanos e intereses norteamericanos.
Desde sus orígenes, el ELN ha tenido a los Estados Unidos en la mira. En su libro sobre la naturaleza de ese grupo criminal, Jaime Arenas expone los 8 puntos que sintetizan la concepción que tenían sus fundadores. El primero de ellos hace referencia al “imperialismo norteamericano”.
La lucha armada no tiene ni validez ni justificación. No hay que ir demasiado lejos en el análisis para concluir algo que salta a la vista de cualquier desprevenido: los grupos guerrilleros que operan en nuestro país, no son mas que estructuras delincuenciales que se disfrazan de organizaciones políticas “alzadas en armas” para mimetizar su verdadera naturaleza: carteles del narcotráfico.
Desde que se produjo la supuesta desmovilización de las Farc, el ELN se ha encargado de reclutar a sus antiguos miembros y de copar las zonas que antes controlaban ‘Timochenko’ y sus lugartenientes.
El gobierno de Santos, que acabó abruptamente la aplicación de la seguridad democrática, que allanó el terreno para que los narcotraficantes hicieran de las suyas por cuenta de la suspensión de la fumigación de cultivos ilícitos, es el directo responsable de que el ELN hubiera resucitado y hoy sea, sin duda, la mayor amenaza que se cierne sobre los colombianos.
Desde Cuba y Venezuela, sus principales cabecillas orquestan y ordenan acciones terroristas como la bomba que fue detonada en la escuela de cadetes de la policía nacional. Pero también, se dedican a la expansión del negocio del tráfico de cocaína, de la mano de grupos internacionales, como los carteles mexicanos.
Hace pocos días leí una entrevista ofrecida por el Defensor de Pueblo, Carlos Camargo en la que el funcionario hizo una advertencia que en lo personal me ha dejado profundamente preocupada: la posible presencia de miembros de los carteles de Jalisco y Sinaloa en el martirizado departamento del Cauca, donde hacen presencia los grupos ilegales más peligrosos, entre los que se encuentra, cómo no, el ELN.
Hay una realidad que se ha convertido en un lugar común, lo que no significa que debemos dejar de recordarla: el narcotráfico es el combustible de los violentos. Gracias a su involucramiento en esa actividad al margen de la ley, en un abrir y cerrar de ojos, el ELN ha logrado posicionarse como el grupo terrorista más peligroso de Colombia y, por qué no, de la región.
Ante ese panorama, lo prudente es que nuestro gobierno, nuestros militares y policías cierren filas en contra de la guerrilla que desde la protección que le otorga la dictadura cubana, dirige el peligroso Nicolás Rodríguez Bautista, alias ‘Gabino’, quien ya sabemos logró fugarse de Colombia con la complicidad del expresidente Santos.
La consigna debe ser inequívoca: confrontación militar implacable a los ‘elenos’ para evitar que esos terroristas sigan tomando impulso.