Con el título de esta columna, algunos pensarán que voy a referirme a la inmortal obra de Dostoievsky, en la que se narra la dolorosa situación social de la Rusia de mediados del siglo XIX.
Pero no. Infortunadamente, no será este un espacio para reflexionar sobre la majestuosidad de quien de lejos es uno de los referentes literarios de la humanidad, sino para lamentar las dolorosas imágenes que vimos la semana pasada, de unos militares miembros de la brigada de erradicación fueron encañonados y amenazados por una cuadrilla de las Farc.
El mensaje es demoledor. Los delincuentes pueden darse el lujo de tomar por asalto al campamento de los hombres que con mucho esfuerzo tumban los cultivos ilícitos. Los obligan a tenderse boca abajo, para luego amenazarlos, constreñirlos y maltratarlos.
El video en cuestión, es un reflejo de la maltrecha y tramposa paz que hizo el gobierno anterior con el cartel del narcotráfico denominado ‘Farc’.
Mientras no se ponga en marcha un plan de confrontación decidida contra las drogas ilícitas, empezando por la erradicación eficaz de las plantaciones de coca, los narcotraficantes (disfrazados de ‘disidentes’) continuarán moviéndose a sus anchas, deforestando bosques nativos y selvas tropicales para llenarlos con la tristemente célebre ‘mata que mata’.
No estoy de acuerdo con la erradicación manual de los cultivos ilícitos. Es una operación extremadamente arriesgada, poco eficiente y sus resultados han sido inferiores, muy inferiores a lo que se requiere para quebrar la creciente tendencia de las hectáreas cultivadas.
No comparto los mensajes ni las expresiones catastrofistas, pero sí creo que los colombianos estamos en mora de darle un viraje radical al enfoque que se le está dando a la lucha contra las drogas.
El gobierno anterior dejó a nuestro país invadido por los cultivos ilícitos. El presidente Uribe entregó el poder el 7 de agosto de 2010, con menos de 40 mil hectáreas cultivadas. Ocho años después, Juan Manuel Santos salió de la presidencia de la República y nuestra geografía registraba más de 200 mil hectáreas con coca. Las cifras no mienten y las consecuencias se padecen.
Cada planta de coca que crezca en el país, es un golpe a la democracia y al desarrollo económico. Nuestro gobierno es consciente de aquello. Desde que era candidato a la presidencia, Iván Duque planteó una reformulación integral de la lucha contra el narcotráfico.
Hay quienes aseguran que la fumigación aérea no puede recomenzar por cuenta de la decisión adoptada por la Corte Constitucional.
Pero la lucha contra los cultivos ilícitos no puede continuar suspendida. Comparto plenamente el precepto de que las fumigaciones deben adelantarse con extremo cuidado, en aras de proteger a las personas y al medio ambiente, lo que no justifica, ni mucho menos, que el Estado deba cruzar sus brazos.
Las imágenes que circularon la semana pasada, además de registrar el deshonroso episodio al que fueron sometidos nuestros soldados dedicados a la erradicación manual, fue un ultraje ignominioso, una humillación y una ofensa a toda la sociedad colombiana que anhela que el país, por fin, logre sacudirse del flagelo del narcotráfico. Y el primer paso para el logro de ese objetivo consiste en acabar con los sembradíos de coca.