Por: Remberto Burgos

En el curso del ejercicio profesional se presentan enfermos con padecimientos de tan baja incidencia en la práctica -difíciles- que se convierten en inolvidables. Vuelan siempre en las memorias del profesional. Algunos los llaman casos anecdóticos, otros el que nunca olvidará el medico involucrado. Son un gran estímulo académico, obligan al profesional investigar, buscar en la literatura, recoger información y tratar de armar con los escasos casos publicados un protocolo de acercamiento y de tratamiento.
En esta época la ciencia se soporta en la evidencia. Cierto. Pero la curiosidad que brinda la búsqueda de lo desconocido es un aporte importante en la autoformación del profesional y no solamente en salud sino de todas las disciplinas académicas. Podríamos calificarlo como el “caso detonador” y en cada uno de nuestros recuerdos de facultad se guardan indelebles estos especiales pacientes.

Hace unos días consultó un enfermo, venia con su hija desde el campo. Relataba que su mano derecha lo maltrataba y no hacía caso a las órdenes de su cerebro. En ocasiones la mano se enfadaba, le golpeaba y trato de ahorcarlo. Describía la contradicción de su mano derecha: ya vestido la mano derecha le desabotonaba la camisa y el proceso era tan dispendioso que su hija lo definía como una procesión. Para poder calmar la mano descubrió una táctica: se sentaba sobre ella y el peso de su propio cuerpo controlaba sus movimientos involuntarios. “Era doctor como si la mano fuera otra persona dentro de mi y tuviese una vida distinta”. A veces la encerraba dentro del bolsillo del pantalón, pero intento fallido pues se fugaba.

En todos estos tiempos de práctica médica, donde el ejercicio me ha regalado la oportunidad de conocer miles de enfermos, era la segunda ocasión que veía un caso similar. Hace varios años y también procedente de área rural vi un paciente similar. Tan extraño su relato médico que causo curiosidad en la Junta Multidisciplinaria donde fue presentado. Aprobaciones, observaciones, especulaciones e incredulidad. Se llama el “síndrome de la mano extraña o mano ajena o alienígena”. Es decir, tan extraño que sugiere su procedencia de otro planeta: invasión extraterrestre.

Sabemos de la existencia de los hemisferios cerebrales con funciones distintas y complementarias. Son dos personas en el mismo cráneo. Fecundas redes neuronales y maravillosas estructuras de integración, las fibras comisurales, nos convierten en una sola persona. El gran puente de integración es el cuerpo calloso y permite que actuemos como una sola persona. A los dos pacientes que describo le encontramos su enfermedad: secuelas por lesiones vasculares que habían afectado parcialmente el cuerpo calloso en su segmento anterior.

Es un trastorno neurológico poco usual, en donde el control motor de las extremidades superiores se ve afectado, Se han descrito tres variantes dependiendo del área anatómica cerebral que se haya comprometido. Su origen, diverso y está relacionado con problemas vasculares cerebrales y patología degenerativa. Como todo en medicina, las situaciones de estrés y ansiedad exacerban los síntomas.

Es muy complejo el tratamiento pues no hay drogas específicas para esta enfermedad. Muchas veces el tiempo va minimizando los síntomas en la medida que el paciente se va alejando del episodio causante (accidente vascular cerebral). Medicaciones para movimientos normales y a veces antipsicóticos se han utilizado. La persistencia crónica de las expresiones clínicas es desalentadora para el paciente y frustrante para la familia. El programa de acompañamiento y rehabilitación desempeñan un rol importante para que la persona afectada no termine aislada por el medio o alejado de la familia. No es fácil la explicación y aceptación de esta enfermedad que parece más un cuento de la imaginación que una entidad nosológica.

Cuando pienso en los 50 billones de pesos-anuales que se roba la corrupción y que alcanzarían para el gasto público de salud y educación del gobierno, insisto: somos víctimas no de la mano alienígena, sino la ambiciosa. La de lo ajeno, inescrupulosa, de uñas largas y sucias, que roba los recursos públicos de los colombianos y que la sanción social no ha podido empequeñecer. Tan sencilla la solucion: colocarles par de esposas.