Por: Margarita Restrepo.

Representante a la Cámara por Antioquia.

La historia de la humanidad está colmada de ejemplos de hombres grandes de la política que han sido vil y miserablemente perseguidos por cuenta de sus ideas y de su liderazgo.

Desde siempre he creído que Colombia algún día debe ser gobernada por un hombre de la talla de Luis Alfredo Ramos, un político colmado de cualidades al que le cabe el país en la cabeza.

En septiembre de 2013, horas después de que anunciara su aspiración a la presidencia de la República, la corte suprema ordenó su captura. Han pasado 8 años y aún no se resuelve ese caso en el que claramente no hay pruebas que inculpen a quien fuera uno de los mejores gobernadores de mi departamento.

Ramos Botero es un servidor público a carta cabal que, a pesar del maltrato, de los injustificados señalamientos que se le han hecho y de las múltiples persecuciones de que ha sido víctima, mantiene firme su compromiso con el país.

La semana pasada, la contraloría emitió un fallo en el que encontró fiscalmente responsable a Luis Alfredo por el caso de Hidroituango, pasando de largo frente a las muchas pruebas que él y su defensa han presentado con las que queda evidenciado que su administración hizo hasta lo imposible para ponerle punto final a los retrasos de ese megaproyecto. La decisión, aún no está en firme.

Pero el alcalde de Medellín, tristemente célebre por casar peleas contra todo y contra todos con el fin de desviar la atención respecto de los múltiples cuestionamientos que se le hacen a su administración, se apresuró a prejuzgar al exgobernador quien no guardó silencio y le respondió airadamente al mandatario de la capital antioqueña.

Daniel Quintero Calle, fiel militante del petrismo, cree que insultando y maltratando a sus opositores, logrará mejorar las pésimas calificaciones que los ciudadanos le están poniendo a su gestión como alcalde de Medellín.

Me queda claro que los despiadados y temerarios ataques que el alcalde le está haciendo a Luis Alfredo Ramos es un ajuste de cuentas por la seria y estructurada oposición que desde el concejo municipal le está haciendo el hijo del dirigente, el excandidato Alfredo Ramos Maya.

Tengo la plena convicción de que Luis Alfredo logrará salir adelante y que con el paso del tiempo continuarán desplomándose los montajes que se han hecho en su contra. Para Colombia y para el uribismo, su presencia en el debate es más que necesaria.

Recuerdo vivamente su paso por la alcaldía, su presidencia del Congreso en el primer año del gobierno del presidente Uribe y, por supuesto, su estupenda gestión como gobernador. No hay tarea que la democracia le haya encomendado que él no hubiera hecho a plena satisfacción.

Quienes creemos en Luis Alfredo Ramos tenemos el deber moral de rodearlo, de defender su inocencia y, sobre todo, de acompañarlo en las batallas que tiene que enfrentar contra poderosos y perversos enemigos, personas ruines que quieren acabarlo movidos por el odio que les genera una persona intachable y digna de toda admiración. Él es, sin lugar a dudas, un gigante de la política colombiana.