Por: Margarita Restrepo
La situación de Medellín es trágica. La administración de Daniel Quintero Calle ha llevado a nuestra ciudad hacia el abismo social y económico.
El alcalde no llegó a gobernar. Su propósito, que salta a la vista, es el destrozar a la otrora ciudad modelo de Colombia.
Las cifras son inequívocas. Me refiero al balance recientemente revelado por el estudio de Percepción Ciudadana que se realiza desde hace más de una década y media, y que se conoce con el nombre de ‘Medellín cómo Vamos’.
Es alarmante que el optimismo de los medellinenses haya caído al 45%, siendo que este índice alcanzó a estar en el 63%.
En todos los aspectos posibles, la gestión de ‘Pinturita’ ha sido desastrosa. Basta con recorrer las calles para confirmar que nuestra ciudad está hecha un muladar gracias a la reprochable decisión de acabar con el Jardín Botánico, entidad que se encargaba con mucho profesionalismo y eficacia de mantener al día el ornato y la estética de la ciudad.
La ciudadanía tiene suficientes motivos para repudiar a un alcalde altanero que irrespeta a sus contradictores, que persigue y fustiga a la prensa libre que denuncia los abusos e ilegalidades que se han cometido durante su administración y que ha utilizado el poder que ostenta para hacer politiquería barata, en detrimento de los intereses de los dos millones y medio de habitantes de la ciudad.
Quintero es consciente de su impopularidad y por eso ha emprendido toda suerte de acciones leguleyas para impedir que el pueblo soberano decida, en un certamen democrático, si su mandato debe ser o no revocado. Por aferrarse pérfidamente al poder está llevándose por delante a toda una ciudad que demorará muchísimos años en recuperarse del daño que ese alcalde le ha causado.
La corrupción es pan de cada día. Las denuncias sobre irregularidades son cada vez mayores y más delicadas. Los aliados y subalternos del alcalde han usado el presupuesto municipal para sus intereses particulares afectando irremediablemente a todos los sectores, especialmente a los más vulnerables.
La más reciente “hazaña” de la administración corrió por cuenta de la Secretaría de Educación, entidad que resolvió suspender los contratos de 100 psicólogos que integraban el equipo de profesionales encargados de adelantar el acompañamiento psicosocial de los niños en edad escolar.
Esa labor es fundamental para garantizar que los menores se mantengan alejados de los entornos de violencia que tanto afectan a nuestra ciudad, pero también para ayudarlos a superar los traumas causados por el confinamiento que se hizo necesario para enfrentar la pandemia. Me pregunto: ¿A qué está jugando el alcalde? Es inaceptable su irresponsabilidad y falta de sensibilidad respecto de los menores. ¿Acaso no ha visto las escalofriantes cifras de enfermedades mentales que padecen los niños? ¿No le preocupa que la falta de asesoría profesional pueda desembocar en el suicidio de los menores que padecen depresiones profundas?
Me quedaría horas enteras haciendo el listado de las arbitrariedades cometidas por el señor Quintero Calle durante estos dos años de su tenebrosa alcaldía, hechos que me motivan para continuar enfrentándolo, denunciándolo y trabajando a brazo partido para que, a través de los mecanismos constitucionales y legales, él abandone el cargo que está ocupando.
Mi compromiso es con Medellín, con mis conciudadanos. Sufro con ellos la tragedia que se vive en nuestro amado terruño, y por eso seguiré dispuesta a hacer lo que sea necesario para que logremos salir del fango en el que nos metió ese alcalde indolente e incapaz que hoy tiene en sus manos las riendas de la ciudad.