Por: Margarita Restrepo


Como madre de familia, vivo preocupada por el daño que FECODE le hace a la niñez colombiana. Un gremio que en principio lucha por los derechos del magisterio, es en la práctica un directorio político en el que muchos de sus directivos se encargan de estimular y difundir el odio, olvidándose que el papel de los profesores es el de educar y no adoctrinar.


Las múltiples quejas y denuncias sobre actitudes y acciones de miembros de FECODE deben hacernos reflexionar sobre la necesidad de que el monopolio de la docencia deje de estar en manos de esa cofradía.


No tienen porqué sorprender las imágenes que conocimos de Nelson Alarcón donde aparece arengando a sus compañeros, anunciando al mismo tiempo que el objetivo del paro no es el de reclamar por asuntos puntuales sino el de ambientar una campaña política para, en palabras suyas, derrotar al Centro Democrático en las elecciones del año entrante.


De esa manera, ha quedado confirmado que la extrema izquierda propicia la parálisis, el bloqueo de carreteras, el incendio de lugares públicos, el vandalismo en distintas ciudades y poblaciones de Colombia para desestabilizar al gobierno nacional y abonar el terreno para la candidatura de Petro.


No debería extrañar que Alarcón esté utilizando su condición de dirigente sindical para alimentar una candidatura al Congreso. No será la primera ni la última vez que un miembro de FECODE lo haga.


Los miembros del sindicato aquel no observan el menor interés por los niños. Su obsesión es la politiquería y no la calidad de la enseñanza. Sus esfuerzos se concentran en lograr beneficios para ellos, pero no en establecer modelos que mejoren los estándares educativos de la niñez colombiana.


Su militancia marxista los convierte en firmes defensores del adoctrinamiento. En ningún país medianamente civilizado se permitiría que profesores de educación pública les enseñen a alumnos que hasta ahora aprenden a leer y escribir diatribas contra dirigentes políticos de la democracia. Solo en las dictaduras como la de Corea del Norte, por citar un ejemplo, a los niños se les inculca el odio a través de la alienación desde sus primeros días en la escuela.


No es un lugar común ni una frase de cajón: la educación es la clave del progreso. Países que han logrado elevados niveles de desarrollo en pocas décadas, invirtieron el grueso de sus recursos y esfuerzos en la formación de sus habitantes.


Colombia tiene una deuda pendiente con la educación. Se ha hecho muchísimo en los últimos años, pero aún queda mucho camino por recorrer. Los resultados de las pruebas ‘PISA’ nos indican que estamos lejos del objetivo.


Pero para acercarnos, debemos pensar en un revolcón absoluto en la docencia. Si quienes tienen la responsabilidad de educar se concentran en hacer política, en motivar el odio y en entorpecer el desarrollo nacional, fácilmente podemos concluir que parte del problema son ellos y para ponerlo en blanco y negro la solución debe empezar por acabar con FECODE.


Por ese punto debe comenzar la anhelada reforma educativa que necesita Colombia.