Por: Nicolás Pérez
Senador de la República
Duele mucho ver lo que está sucediendo en Bogotá, la ciudad de todos que hoy está pagando los platos rotos de una administración que pretende evadir la responsabilidad de sus actos cazando peleas con la Casa de Nariño. Los nuevos confinamientos por localidades son la consecuencia de no haber actuado a tiempo y ahora el comercio vuelve a pender de un hilo ante la incertidumbre del futuro económico de la capital.
No se limitaron las protestas, no se tomaron medidas para evitar las masivas aglomeraciones en sitios como San Victorino, se permitió la concentración de 5 mil hinchas en la final del fútbol colombiano, se promovieron masivos eventos decembrinos desde el Distrito y no se decretó el toque de queda para el 24 y el 31. ¿Cuál fue el resultado? Sencillo: se disparó la ocupación de las UCI al 86%
No Alcaldesa, la ciudad no está en estas condiciones por la cepa británica del virus ni por el comercio formal, sino por la falta de previsión de su administración. De hecho, afirmar que la causa del incremento de los casos en la capital es la presencia de la mutación inglesa del Covid, sin tener ninguna evidencia científica de respaldo, es un inadmisible acto de irresponsabilidad que genera más problemas que soluciones.
Además, reencauchar el discurso de odio de clases para culpar a los centros comerciales del norte de la propagación de los contagios y justificar la no toma de medidas frente al comercio informal es un acto de mezquindad política que en poco o nada contribuye al devenir de la ciudad.
El gran problema de estas conductas es que vuelven a poner en jaque la economía del País, dado que si Bogotá, que aporta el 25% del PIB nacional, se estanca, va a ser casi imposible que Colombia salga a flote y eso es lo que puede pasar con las cuarentenas por localidades. Por ejemplo, Suba, Usaquén y Engativá concentran una tercera parte de las empresas formales de la ciudad y a 2.7 millones de personas, casi la misma población de Medellín.
Su cierre por dos semanas es una estocada adicional para el comercio que apenas se está recuperando del 2020 y que volverá a sufrir para cubrir el pago de la nómina, los servicios, el arriendo, los proveedores, etc. Por eso, antes que detener por completo fracciones tan grandes de la ciudad se debería comenzar por hacer cuarentenas focalizadas en las UPZ con mayores niveles de contagio y no necesariamente en la totalidad de las localidades
Al respecto, no quisiera pensar que estas restricciones tan severas obedecen a una estrategia para entorpecer la exitosa reactivación que, hasta el momento, ha logrado recuperar 4.7 de los casi 5.4 millones de empleos que se perdieron por la pandemia, de tal forma que se fortalezca el discurso de la izquierda de cara a las elecciones del 2022…
Ahora bien, uno de los grandes cuestionamientos que emergen en este contexto es saber qué pasó con las 4.000 UCI nuevas que el Distrito prometió desde marzo del año pasado. Recordemos que, por ejemplo, el Gobierno Nacional de marzo a octubre de 2020 logró duplicar las UCI del País, pasando de 5.346 a 10.693, mientras que en Bogotá, a la fecha, no parece que hubiera sucedido mayor cosa, lo cual ha propiciado el desbordamiento de la capacidad de respuesta del sistema de salud en varios centros hospitalarios.
Lo peor de todo, es que esto es solamente la punta del iceberg. El desempleo entre septiembre y noviembre fue de 17.2%, superior al promedio nacional, el 82.9% de la población se siente insegura, los bici-carriles de la carrera 7ma y la calle 13 agravaron la ya dramática congestión vehicular de la ciudad, se aprobó un exagerado cupo de endeudamiento de $10.79 billones para financiar, principalmente, el Plan de Desarrollo Distrital y se derrocharon $5.300 millones para pintar de verde los tradicionales buses azules del SITP que adquirió la anterior administración, un capricho realmente estúpido.
En otras palabras, hoy en Bogotá no se ve un norte claro. El Distrito está más preocupado por atacar cuánta medida anuncie el Gobierno Nacional antes que solucionar los problemas de la ciudad. La Alcaldesa pareciera no haber superado su etapa como Senadora de la oposición y, mientras tanto, la disminución del desempleo se convierte cada vez más en una misión imposible ante las innumerables restricciones económicas que se imponen desde el Palacio Liévano.