José Félix Lafaurie Rivera 

@jflafaurie

 

Si un funcionario cumple sus funciones y, al hacerlo, pisa los callos del narcotráfico y la corrupción, los afectados se confabulan para tumbarlo, con el apoyo de matoneadores mediáticos a la caza de cualquier nimiedad que sirva al desprestigio. El caso del ministro de Defensa es patético.

Cuando entrega información provisional a los medios sobre el asesinato de Dimar Torres, con el compromiso de actualizarla en el curso de la investigación, le cae el mundo encima; cuando afirma, con cifras oficiales, que en Puerto Carreño el principal delito es el hurto a residencias y acude a una desafortunada referencia, le cae el mundo encima.

Una directiva del comandante del Ejército para mejorar resultados en la lucha contra el crimen, es ladinamente malinterpretada por un periodista como licencia de falsos positivos, y a Botero le cae el mundo encima.

Desde el gobierno pasado asesinan líderes en las regiones donde se bajó la guardia frente al narcotráfico, y Villegas se atrevió a decir que eran “líos de faldas”, sin que nadie chistara; pero ante la persistencia del fenómeno y a pesar de los esfuerzos del Gobierno, al ministro le cae el mundo encima.

Son narrativas perversas. Botero, a quien temerariamente tildan de incompetente y desinformado, no es un “pintado en la pared”, sino un experimentado empresario, conocedor del país y dirigente, durante casi dos décadas, de uno de sus gremios más importantes.

Entonces, ¿quién está interesado en tumbarlo y en atacar al gobierno? La lista de callos la encabeza la izquierda y sus enmermelados socios de “centro”, que fracasaron en la moción de censura.

Los siguen los narcotraficantes y las Farc, que ven amenazadas 200.000 hectáreas de coca por la erradicación manual, que pasó de 23 a 100 grupos móviles; y las mafias de microtráfico, por la persecución a “ollas” y a jíbaros, desterrados de más de 43.000 parques y 49.000 entornos educativos; y también las bandas criminales, que perdieron más de 100 cabecillas y un 68% más de maquinaria de la minería ilegal.

Y desde la entraña de las Fuerzas Militares quieren tumbarlo las manzanas podridas de la corrupción. Están documentadas en los medios y en la Fiscalía las escandalosas irregularidades del general  Mejía, desde su época en la aviación del Ejército, pero así llegó a comandante y hoy goza de buen retiro con embajada.

El país se escandalizó con las denuncias de oficiales corruptos, pero el medio que las hizo parece no querer meterse con Mejía y con sus válidos, frente a cuyas corruptelas, Villegas y Santos voltearon la mirada, en lo que podría interpretarse como “sucia mermelada” en pago por prestarle su uniforme a la mesa de negociaciones.

Atacar a Guillermo Botero es una forma de desviar la atención sobre conductas vergonzosas que, sin embargo, no mancillan la tradición heroica de una institución dos veces centenaria.