José Félix Lafaurie Rivera
@jflafaurie
Me había propuesto escapar del escándalo político, pero es tal la desfachatez del candidato progresista y sus adláteres, que pospongo ese propósito, porque considero un deber moral unirme al rechazo ciudadano y sumar fuerzas frente a la amenaza comunista.
En marzo se consuma un fraude electoral sin antecedentes, cuando el escrutinio arroja 500.000 nuevos votos que solo entregan curules para Senado al Pacto Histórico, y días después aparecen 500.000 adicionales, sin que se conozcan sus destinatarios. Un manto de duda cubre ese proceso y se cierne sobre las elecciones presidenciales.
En medio de esa incertidumbre surgen los escándalos del “victorioso Pacto diabólico”. Francia Márquez recibe subsidios como beneficiaria del Sisbén desde 2018, comprando propiedades sin informar el cambio en su condición socioeconómica, mientras esquiva sus responsabilidades con la autovictimización y el resentimiento social.
Un desconocido Juan Fernando Petro aparece en La Picota ofreciendo beneficios a corruptos, narcotraficantes y parapolíticos, y cuando todo se destapa, el Petro candidato patina en una contradicción tras otra, hasta llegar a lo de siempre, que todo es… un ¡entrampamiento!
Después del show notarial, Gustavo Bolívar anuncia que su jefe “democratizará” 1.500.000 hectáreas, se deja echar vivas de un miembro del grupo político de Álvaro “El Gordo” García, condenado por la masacre de Macayepo, y como si fuera poco, Petro sale a decir que no sabía que el subalterno estuviera en Ovejas, Sucre, en un acto “oficial” de campaña.
Ahí están Roy y Benedetti, investigados por la Corte Suprema, como Piedad Córdoba, mercader de secuestros, socia de Saab y de la dictadura venezolana; visitante de cárceles en Estados Unidos con Iván Cepeda, ahí sí para “entrampar” a Álvaro Uribe, otra vez asidua visitante de las cárceles con la disculpa de su hermano narcotraficante, ¿a qué?, a buscar apoyos a Petro entre conocidos narcotraficantes… ¿A cambio de qué?
Los narcotraficantes de hoy no son diferentes a los de la terrible década de los ochenta, que lograron infiltrar la Asamblea Constituyente del 91. Los narcos de hoy, llámense ELN, disidencias o Clan del Golfo, quieren NO EXTRADICIÓN y les suena mucho lo del “Perdón Social” de Petro para seguir burlando la justicia. Eso y nada más fue a ofrecer Piedad en una presidencia de Petro -Dios nos libre-, y cuando “el escurridizo” siente pasos de animal grande, pues la sacó de la campaña, pero después de dejarla instalada en Congreso.
Por mucho menos, Luis Alfredo Ramos, investigado por más de una década, es condenado en un proceso sin “debido proceso” y con testigos mafiosos que se desdicen. «El Tuso» Sierra dice haberle entregado dineros en 1998, pero “Don Berna» lo desmiente. Andrés de Jesús Vélez es condenado por falso testimonio en el caso de Nancy Patricia Gutiérrez, absuelta por parapolítica, pero su testimonio es aceptado en el de Luis Alfredo, condenado por parapolítica. ¡Qué justicia es esa!
Una reflexión final: ¿Qué nos pasa?, ¿qué le pasa a la sociedad colombiana?, ¿por qué, mientras se destapa una “federación de bandidos”, su líder gana puntos en la última encuesta y los pierde el candidato que lo denuncia y que representa una talanquera a la amenaza comunista? ¿Estamos acaso como la Venezuela de finales de los noventa, caminando hacia el abismo que vemos a pocos pasos?
No; de ninguna manera. No importa si Petro llegó o no a su techo electoral, ni lo que diga o deje de decir “El Pollo” Carvajal. Con lo que sabemos de podredumbre en el Pacto Histórico nos basta. Hoy, más que nunca, se impone la unión para luchar por la decencia y la libertad.