Llevo años oyéndole al presidente Uribe algo que me parece muy sensato: cuando las encuestas salen bien, hay que trabajar muy duro para mantenerlas y cuando las encuestas no son favorables también hay que trabajar muy duro con el fin de mejorarlas.
Esta semana apareció un nuevo sondeo que mantiene al candidato de la extrema izquierda en el primer lugar de la intención de voto. Mientras Petro aumenta a pesar de los demoledores escándalos que diariamente protagonizan los miembros de su campaña presidencial, ‘Fico’ Gutiérrez baja levemente.
Que el pánico ni el desconsuelo nos invadan. La campaña, hay que reconocerlo, hasta ahora comienza. Aún estamos a un mes de la primera vuelta. Falta mucho camino por recorrer. El diálogo ciudadano, a pesar de que ha sido incesante, aún no es suficiente. Tenemos que continuar recorriendo todos los rincones de la patria, oyendo a nuestros conciudadanos, exponiéndoles el estupendo programa de gobierno que ha elaborado ‘Fico’, construyendo redes de amigos que se conviertan en difusores de las propuestas que como uribistas estamos respaldando.
Petro es un buen candidato. Eso no podemos desconocerlo. Además, tiene unas ventajas que no son soslayables. La primera de ellas: la licencia de que goza para violar la ley electoral sin que las autoridades hagan lo que corresponde para impedirlo. Lleva años enteros en campaña ininterrumpida sin respetar los presupuestos establecidos en el cronograma electoral emitido por el Consejo Nacional Electoral.
Nosotros, la mayoría silenciosa de colombianos decentes, que amamos la libertad democrática, que tememos un régimen neocomunista violento, sabremos imponernos en las urnas, de la misma manera como hicimos en el plebiscito de 2016, certamen en el que también las encuestas daban como ganador al SÍ por un amplísimo margen. A pesar de los malos augurios estadísticos, hicimos la campaña, adelantamos largas jornadas de explicación de los efectos nocivos del acuerdo Santos-FARC. Y el pueblo, que no se amilanó ni se asustó con las amenazas de que votar por el NO significaba ser enemigo de la paz, manifestó su voluntad en las urnas. El NO se impuso contra todos los pronósticos. Nadie, ni siquiera los que estábamos en la campaña plebiscitaria, esperábamos el resultado.
Aquella votación nos enseñó muchas cosas. La primera: que las encuestas no tienen porqué desenfocarnos.
Hoy, la democracia del país está bajo la más grave amenaza de su historia. Es posible que este sea el año en el que se celebren las últimas elecciones libres en quién sabe cuánto tiempo.
El panorama nos obliga a trabajar sin descanso, con convicción y con muchísima disciplina. La victoria de Petro significa la derrota del Estado de Derecho que hemos conocido y un salto hacia un abismo en cuyo fondo no hay absolutamente nada benéfico para nuestra sociedad.
A las voces escépticas les hago un cariñoso llamado: las campañas políticas de resuelven el día de las elecciones. Antes de ello, sólo hay espacio para las proyecciones y las especulaciones. No demos el brazo a torcer. Morenos hacia adelante y hagamos todo lo que esté a nuestro alcance para salvar a Colombia.