José Félix Lafaurie Rivera

@jflafaurie

 

La ganadería de leche es una actividad protegida en países como Uruguay, Nueva Zelanda, USA y la UE, mientras en Colombia, además de las difíciles condiciones rurales y la posición dominante de la industria, soporta el estigma de ser “ineficiente”.

Esa estigmatización de origen ideológico hace que los ojos estén puestos en sus ineficiencias, que las tiene, por estar soportada  en más de 300 mil pequeños ganaderos, pero nadie mira las de la industria láctea. ¿Qué pasa con ellas?

Estancamiento: En el año 2.000 Colombia produjo 5.300 millones de litros de leche; veinte  años después, esa ganadería “ineficiente” produce 7.300 millones. Comenzando siglo, la industria procesaba el 57% de la producción; en 2019, esa eficiente industria solo acopió el 42%, dejando a miles de ganaderos vulnerables en manos de la informalidad.

El transporte: En general es operado por la industria, pero su costo descontado al ganadero. En Colombia está entre  6% y 8% del precio al productor, afectado por el acopio minifundista y la pésima red vial terciaria.

Pulverización: El costo de pulverizar una tonelada de leche en Oceanía es US$490; en Colombia US$630. Esa diferencia deja al país por fuera del mercado internacional del gran commodity lácteo: la leche en polvo, y limitado a los derivados, compitiendo con los grandes productores mundiales.

Concentración: Seis empresas, las mismas del 2000, acaparan el 60% del acopio formal y, desde su posición dominante y sus menores costos, marcan el precio al ganadero y, hacia delante, al eslabón comercial, lo cual arrastra al resto de la industria, que protege sus utilidades, como siempre,  bajando precio al ganadero.

Diferenciación social de producto: La industria se especializó en estratos altos. Primero: En lo que representa una tendencia extraña en el mundo, desacostumbró al mercado a la leche pasteurizada y lo acostumbró a la UHT, con precio muy superior. La diferencia, sin embargo, está más en empaque que en proceso, pero la industria, después de ahorrarse costos en distribución, le cobra caro al consumidor esa “larga vida” que  no utiliza, pues la consume al día siguiente de la compra.

Segundo: La industria tiene campo de crecimiento con productos para los estratos 1,2 y 3; pero prefiere la zona de confort de los altos, con variedad de leches, derivados,  empaque y millonaria publicidad; una posición algo miope frente al auge de productos maquilados masivamente para tiendas de bajo costo.

El precio al ganadero: La industria aboga por libertad total; el Gobierno, consciente de su posición dominante, establece un precio base que algo contiene los unilaterales “ajustes” al ganadero para cuadrar balances y cubrir sus ineficiencias.

Una conclusión: La industria láctea es un vestido pequeño para una ganadería que, a pesar de sus limitaciones, crece orgullosamente.