Por: Margarita Restrepo
Vayamos directo al grano: los incitadores de la violencia, Petro y sus compañeros -que actúan como secuaces- son los responsables de los ataques contra la población civil y contra los miembros de la Fuerza Pública que han resultado muertos o heridos durante estos días de terror.
Nuestro país no está en medio de una protesta pacífica ni ante una jornada de paro legítimo, sino sometido a una oleada orquestada y planificada de terror.
Que los neocomunistas no nos crean tan ingenuos cuando alegan que Colombia hace frente a un movimiento ciudadano que se lanzó espontáneamente a las calles. El bandolerismo y el terror están al orden del día. Lo que se vive en la ciudad de Cali es, además de preocupante, supremamente indignante. Esa ciudad está a la deriva. No hay gobierno y el caos parece haber hecho posesión de la capital vallecaucana.
Con dolor tenemos que reconocer que nuestra patria está en llamas. Los enemigos de la democracia, sienten que ganaron la partida. Se leen y oyen mensajes revanchistas, amenazantes y hasta vulgares que ponen en evidencia la baja condición de esas personas que tienen una visión bastante totalitarista de la política.
El ministro de Defensa está en la mira de los extremistas que se frotan las manos anunciando un debate de moción de censura en su contra. Todo lo que hasta ahora ha hecho Diego Molano merece el aplauso de los colombianos de bien que impotentemente han padecido los desmanes violentos que se han registrado en distintos puntos de la geografía nacional.
Esto no es una cuestión mayoritaria ni masiva. Son células de violentos que incendian, bloquean, saquean y asesinan, mientras millones de compatriotas, atemorizados, tienen que refugiarse en sus casas para salvar sus vidas, cuidar a sus familias y proteger su patrimonio.
La Policía ha estado a la altura de las circunstancias. Aparentemente, se han presentado algunos casos aislados de excesos por parte de nuestros uniformados. La justicia ya tomó cartas en el asunto y aquellos que efectivamente hayan abusado, deberán recibir la sanción correspondiente.
Lo anterior no justifica lo hecho por parte de los petristas que han desatado una inaceptable campaña de desprestigio contra toda la Fuerza Pública, contra el Gobierno y particularmente contra el ministro de Defensa Nacional.
Hacía muchas décadas la democracia no estaba tan amenazada como ahora. Se unieron todos los factores de desestabilización posibles. El hampa, el narcotráfico, el neocomunismo y la enfermiza sed de poder de un individuo francamente peligroso como es Gustavo Petro. Todos con un mismo propósito: apoderarse de Colombia e imponer un modelo de gobierno antidemocrático, populista y perseguidor de todos los ciudadanos que se opongan al mismo.
Nuestro objetivo, como defensores de la democracia, debe ser el de rodear a la Fuerza Pública y hacer todo lo que esté a nuestro alcance para ganarle la partida a esos antisociales que equivocadamente andan creyendo que al incendiar al país, debilitarán el ánimo de las mayorías ciudadanas que los repudian como paso previo para imponerse en las elecciones del año entrante.