Por: Margarita Restrepo

Para analizar el proceso de vacunación en nuestro país, debemos darle una mirada global al asunto, despojándonos -si es que aquello es posible- de los apasionamientos políticos.

Hoy, en el mundo, las vacunas son producidas, fundamentalmente, por 6 laboratorios: 3 de los Estados Unidos -Pfizer, Moderna y Johnson and Johnson-; uno en el Reino Unido -AstraZeneca-; uno en China -Sinovac, aunque hay otros dos laboratorios que aseguran haber desarrollado vacunas con elevados, pero no comprobados, estándares de eficacia contra el SARS CoV-2- y uno en Rusia -Sptunik V-.

Las plantas, regadas por el planeta entero, trabajan las 24 horas, para cumplir con los compromisos adquiridos por los distintos laboratorios. El proceso, no ha sido ajeno a situaciones críticas. A comienzos de este mes, en una planta en la ciudad de Baltimore, fue necesario tirar a la basura 15 millones de dosis, porque los empleados de la fabrica mezclaron los ingredientes equivocados. Con las vacunas perdidas, se habría podido vacunar al 7% de la población adulta estadounidense.

Desde que a finales del año pasado se confirmó que los investigadores de distintas casas científicas habían encontrado la vacuna contra COVID-19, nuestro gobierno puso en marcha la planificación del plan nacional de vacunación. Igualmente, comenzó el proceso de acercamiento con los diferentes laboratorios para efectos de hacer los pedidos necesarios para hacerse a las dosis que se requieren para inocular, en principio, a la población adulta de nuestro país.

Las cifras no son desalentadoras. Al momento de escribir esta columna, estamos por encima de las 3.5 millones de vacunas suministradas.

De acuerdo con las estadísticas proveídas por el ministerio de Salud, se están suministrando más de 135 mil dosis diarias, de las cuales cerca de 46 mil corresponden a segundas dosis.

Sea lo primero, reconocer el esfuerzo del gobierno para cumplir con el pueblo. Este es un asunto de la mayor importancia. Habrá quienes querrán que el proceso fuera más rápido, pero debemos ser sensatos y comprender que el asunto no depende de nosotros. Literalmente, estamos en manos de terceros. La vacunación se acelera en la medida en que los laboratorios cumplen con los despachos pactados y se ralentiza cuando ellos sufren reveses como el que narré unos párrafos arriba.

Todo es perfectible. Pero la responsabilidad de que la vacunación surta efectos positivos depende el aporte de todos nosotros. Estamos ante un nuevo pico de la pandemia. Las cifras de contagio y fallecimientos, son preocupantes. Los niveles de ocupación de unidades de cuidado intensivo en algunas ciudades del país, encienden todas alarmas.

Nos enfrentamos ante un fenómeno global. Quizás, como consecuencia del inicio de las vacunaciones, se generó la falsa percepción de que la crisis había terminado. Lo dicen los epidemiólogos expertos: hasta que el 70% de la población no esté vacunada, no puede generarse la llamada ‘inmunidad de rebaño’, razón por la que mientras llegamos a ese porcentaje, debemos persistir en los cuidados que ya conocemos: protección a través del uso de mascarillas, lavado frecuente de manos, distanciamiento social y, muy importante, mantener el confinamiento inteligente. Todos sabemos cuáles son las actividades que fácilmente podemos hacer desde nuestras casas, evitando salidas innecesarias.

La luz se ve al final del túnel. La parte más difícil ya fue superada. Atrás quedó la incertidumbre y hoy estamos de frente a realidades que hace un año desconocíamos. Continuemos apostándole al éxito de la vacunación para superar, entre todos, esta dura prueba que le fue impuesta a la especie humana.