Por: John Harold Suárez Vargas
Senador de la República

Con el aislamiento preventivo y de cuarentena obligatoria, hemos aprendido como nunca antes, valorar lo que llega a nuestra mesa. Y tal vez nos es indiferente el origen de producción de estos alimentos. Pero si indagáramos un poco más, nos sorprendería saber que muchos productos que hemos considerado producidos en nuestros campos, pueden tener su origen en diferentes partes del mundo, como, por ejemplo: Maíz, cebolla, papa, frijol, alverja, carne, huevos, azúcar, café, arroz, entre muchos otros. Las recetas de nuestros platos típicos podrían elaborarse en muchos casos con productos importados en un 90%. Según el Dane en su informe del mes de Febrero de 2020, señaló que del 100% de las importaciones realizadas en Colombia, el 14,6% corresponde a productos agropecuarios, alimentos y bebidas.

Nuestro país y el continente americano, han tenido una vocación agrícola desde épocas prehispánicas. El maíz, el cacao, el tomate entre otros son originarios de nuestros suelos americanos y dados a conocer al resto del mundo en la época del descubrimiento y conquista de nuestras tierras por países europeos.

La fertilidad de los suelos de nuestra patria, la diversidad de sus pisos térmicos, han permitido que muchos de nuestros productos agrícolas, tengan un reconocimiento mundial en su calidad cómo el café y las flores.

A raíz de la apertura económica de los años 90 y a la globalización de la economía, comenzamos a recibir productos que tradicionalmente producen nuestros campos, mares y ríos, a unos precios mucho más bajos para el consumidor final así su calidad sea inferior en muchos casos.

Las dificultades en comercialización, muchas veces realizada por intermediarios inescrupulosos, aunado a los altos costos de producción, especialmente en los insumos agrícolas, como abonos y herbicidas, son factores que han pauperizado el campo, pues muchos de nuestros campesinos han estado produciendo a pérdida y a pesar de sus múltiples necesidades, se han realizado incipientes esfuerzos por recuperar este sector de la economía. A esto se suma la presencia de grupos armados ilegales que históricamente han causado daño, reclutamiento forzado, despojo de tierras y desplazamiento a nuestros campesinos.

A raíz de esta pandemia, al igual que muchos países del mundo, hemos visto la fragilidad de nuestra seguridad alimentaria, puesto que muchos de los productos vitales para consumo humano o materias primas para la elaboración de alimentos balanceados son importados, los cuales son vitales para la producción avícola, piscícola, porcícola y ganadera.

A pesar de que El Presidente Iván Duque venía dando pasos en el cumplimiento de su propuesta de campaña “Campo con Progreso”, esta pandemia ha desnudado la gravedad del sector agropecuario, la cual requiere de acciones inmediatas para reactivar la producción agrícola, empoderamiento a los pequeños campesinos para que logren cosechas más productivas y estas tengan canales expeditos de comercialización, con unos precios vigilados por el Estado que le permitan tener rentabilidad.

Ha llegado la hora de devolver al campo la importancia que requiere y merece en nuestra nación, para lograr más temprano que nunca y atravesar el túnel en que nos encontramos. Estamos obligados como Estado, a garantizar a nuestros ciudadanos el abastecimiento de nuestros alimentos, producidos íntegramente en nuestro país, y generar excedentes para convertirnos en la despensa de aquellas naciones que así lo requieran.

Queremos que de nuestros campos sigan saliendo deportistas que han levantado nuestra bandera en los podios más encumbrados del mundo, como “El jardinerito” Lucho Herrera y Nairo Quintana.

Llegó la hora del Campo, si no es hoy ¿Cuándo?