Al hacer un análisis de algunas de las crisis económicas más impactantes por las que ha atravesado Colombia en los últimos 25 años, es posible evidenciar que, a pesar de las dificultades, el país ha sabido sobrellevarlas. Hoy nos enfrentamos a una nueva crisis, por cuenta del Coronavirus y la fuerte caída en los precios del petróleo. En este artículo quiero hacer algunas reflexiones sobre la capacidad que ha demostrado nuestra economía para sobreponerse y salir fortalecida.

En 1999, Colombia experimentó la crisis económica y fiscal más profunda y costosa de su historia, con un decrecimiento de -4,2% del PIB. Este duro desequilibrio tuvo sus orígenes en 1991, cuando el país empezó a experimentar un incremento importante en el gasto público por cuenta de la descentralización fiscal; a esto se sumó la apertura económica que aumentó el número de entidades financieras, y con ello el afán de colocación de créditos sumado a una demanda creciente de los mismos.

Gran parte del gasto privado se financió con mayores flujos de capital externos, alcanzando casi 10 puntos del PIB la deuda externa privada. Esta vulnerabilidad de la economía a nivel externo y fiscal se hizo evidente ante el grave choque desatado por la crisis de los países asiáticos a finales de 1997. Ante la amenaza que representaba la rápida salida de capitales y con el ánimo de defender la banda cambiaria, se registró una fuerte alza de la tasa de interés generando la desaparición de centenares de empresas, moras de deudores hipotecarios y una tasa de desempleo del 18%.

Para enfrentar esta crisis se tuvo que eliminar la banda cambiaria, se obligó a los bancos a bajar las tasas de interés, se solicitó un crédito al Fondo Monetario Internacional y se congelaron los salarios de empleados públicos. Sin embargo, gracias a esta situación se transformó y fortaleció el sector financiero, su regulación, así como la exigencia de solvencia.

En 2008 el mundo experimentó la denominada “Gran recesión”, que tuvo sus orígenes en el estallido de la burbuja hipotecaria en Estados Unidos. Afortunadamente Colombia ya había aprendido de la crisis anterior, y tuvo un acertado manejo macroeconómico. ¿Pero qué pasó?

Entre 2002 y 2006, el país había entrado en un ciclo expansivo de la economía con tasas de crecimiento del PIB hasta del 7%. Pero la prudencia y oportunidad del Banco de la República, que lo llevó a aumentar las tasas de interés para evitar efectos inflacionarios, y del gobierno nacional entre 2008-2010, que implementó un buen manejo fiscal, a partir de estabilizadores automáticos, evitaron que la economía colombiana tuviera un crecimiento negativo. Si bien el país tuvo que enfrentar algunas dificultades con su financiamiento externo, no tuvo que vivir una recesión económica; mientras que el PIB global se contrajo a -1,6% en 2009, el de Colombia creció al 1,5%.

Seis años después, en el año 2014, enfrentamos un desplome de los precios del petróleo, que significó un duro golpe a las finanzas públicas. En junio de ese año el precio había alcanzado los $115 dólares el barril, pero para octubre cayó a $30 dólares por barril. En años anteriores el país había vivido una bonanza importante en la que las exportaciones de este recurso significaban cerca del 70% de los ingresos; por tanto, ante esta caída, la ausencia de ahorros significativos del Gobierno del momento, y su derroche en el gasto, nos llevó a atravesar una nueva tormenta.

De un año a otro se dejaron de percibir cerca de $23 billones por ingresos del sector petrolero. Los ingresos del Gobierno Central no sólo se vieron afectados, sino también los ingresos de las regiones productoras. Además, estás sufrieron la dura crisis de tener cerca de 12.500 trabajadores cesantes. Adicionalmente a ello, el peso sufrió una dura devaluación frente al dólar, pasando de $1.850 en julio de 2014 a $3.430 en febrero de 2016. A pesar de una leve recuperación del crecimiento de la economía en los años siguiente, en 2019 el país retomó nuevamente su senda de crecimiento.

Pero hoy nuestro país tiene que enfrentar un choque dual en su economía como lo describe Fedesarrollo. El primero, se relaciona con la crisis desatada por el Covid-19 que ha generado efectos en la oferta al interrumpir las cadenas de valor y en la demanda por efectos del aislamiento obligatorio; y el segundo, por cuenta en la caída, otra vez, de los precios del petróleo, desatado por la guerra entre Arabia Saudita y Rusia.

Estas situaciones infortunadamente son externas y han sido ajenas al excelente manejo económico que el equipo del Presidente Duque hizo en el último año y medio, al lograr un crecimiento del 3,3% del PIB en 2019 y de 4,8% en el índice de seguimiento a la economía en febrero, aumentar la IED en 25% (US$14.493 millones) y reducir el déficit fiscal a 2,5% del PIB. La prioridad del Gobierno en este momento es proteger la vida de los colombianos, sin caer en falsos dilemas entre economía y salud, pero tomando las decisiones responsables para resguardar también la supervivencia de los colombianos.

Seguramente todas las proyecciones económicas deberán ser modificadas para este año. Mientras Fedesarrollo pronostica que el crecimiento del PIB será del -2.7%, otros aseguran que podrá disminuir hasta -2%, dependiendo de la duración del aislamiento y la reactivación económica.

Nuevamente quiero recordar que nuestro país ha enfrentado enormes desafíos internos y externos, y que, gracias al excelente manejo de política monetaria y fiscal, siempre ha salido bien librado. Esta vez no será la excepción. Tenemos un excelente equipo de profesionales tanto en el Gobierno como en el Banco de la República, que ha demostrado adoptar las decisiones de manera prudente, oportuna y audaz. Necesitamos que otros actores, como el sector financiero también apoye con solucione en esta crisis.

Luego de un mes de confinamiento Colombia brilla en la región, una vez más gracias al acierto en las decisiones de un Gobierno serio como el que lidera el presidente Iván Duque, y por supuesto a la tenacidad del pueblo colombiano.