José Félix Lafaurie Rivera 

@jflafaurie

 

Que la ganadería “le quita” tierra a la agricultura, es un viejo estereotipo en su contra, pero preocupante cuando permea la política pública, como en el Plan de Desarrollo del Magdalena, que declara que la “verdadera vocación” de su tierra es agrícola y, por tanto, plantea una visión “antiganadera” que motivó una carta al gobernador, respetuosa pero vertical, en la que le recordé que “no puede decirles a los más de 16.000 ganaderos magdalenenses que su actividad productiva es “una equivocación”.

 

¿De dónde sale que la tierra del Magdalena solo sirve para agricultura? De dos mapas de la UPRA (2018), elaborados en 2017 con información de 2013: El mapa nacional de vocación de uso de la tierra, del IGAC, y el de cobertura de la tierra, del IDEAM. Pues bien, a partir de este “Frankestein” se concluye que la ganadería magdalenense “debía usar únicamente el 9,2% del suelo y ocupa hoy el 51,2%, mientras la agricultura, que debería ocupar el 50,8%, ocupa el 9,0%…”.

 

Seamos claros. Si hay más tierra ocupada en ganadería, no solo en Magdalena sino en todo el país, no es porque se la hayamos “quitado” a la agricultura, sino porque la política pública no ha generado condiciones de competitividad ni de mercado para que sea de otra manera; porque no hay carreteras, riego, asistencia técnica, crédito, seguro de cosechas y, sobre todo, porque no hay mercados.

 

Si los ganaderos, a pesar del apego a su actividad, encontraran un renglón agrícola más rentable, apoyo para diversificación y mercados favorables, se cambiarían a la agricultura. Pero no es así, y entonces se promueve el cuento de unos ganaderos ociosos que sueltan vacas en un potrero, en lugar de sembrar comida, como si la carne y la leche  no fueran fundamentos de la dieta de los colombianos.

 

En Magdalena, el Censo Nacional Agropecuario encontró 205.599 hectáreas “sembradas”, 537.308 “con pastos” y ¡621.548! “con rastrojos”, y para las estadísticas, todo aquello que no está sembrado, se considera ganadero, hasta pastizales abandonados, malezas y rastrojos, de los cuales le adjudican a la ganadería más de ocho millones de hectáreas.

 

También hay más ganadería porque, desde la internacionalización de los noventa, las importaciones convirtieron en ganaderos a los algodoneros del Cesar y Córdoba, y antes a los cultivadores de trigo y cebada del altiplano. La ganadería ha sido tabla de salvación y no una actividad que le roba tierra a la agricultura, porque un buen ganadero es, ante todo, un agricultor que genera empleo y valor agregado con una actividad noble y legítima.

N.B. 1. Réquiem por la fiesta brava. Soy taurófilo, pero hoy solo pienso en los empleos que se perderán.

N.B. 2. Cuando se sufren de cerca las desgracias del narcotráfico se tiene más autoridad para combatirlo. Lo de Martha Lucía Ramírez  es dignidad; lo de Petro una canallada oportunista.