21 días lleva el presidente de Colombia, Iván Duque, al frente de la administración de nuestro país. En 21 días no se transforma un país, pero sí empieza a mejorarse. En 21 días no se puede dar una afirmación exacta del éxito o fracaso de un gobierno. En 21 días no se puede decir que una tributaria va a destruir la clase media y, en 21 días, no se repara un país donde la corrupción reinó campantemente en las instituciones del Estado.
La agenda del Presidente tiene, entre otras tareas, recuperar la senda del crecimiento económico por encima del 4%, reducir los efectos adversos de las obligaciones futuras que dejó el gobierno anterior, saldar la deuda social, cerrar brechas, consolidar el mercado interno, redistribuir el ingreso nacional. En materia de corrupción tiene la urgencia de acabar el  pillaje colectivo que hay en Colombia (nada fácil), conjurar una justicia trasparente, fortalecer la capacidad “operativa” de las instituciones, recuperar la confianza de los colombianos y educar para transformar.  No obstante, para adelantar una agenda de esta talla, nos toca acabar con el populismo, ese sentidísimo acto por medio del cual las decisiones más importantes se reducen al interés particular sin mayor trascendencia.
Por eso, recuperación económica, corrupción y populismo, son harina del mismo costal, que, por supuesto, están dando de qué hablar en la actual situación coyuntural colombiana, pero que necesitó más de 300.000.000.000 para que nos pusiéramos a pensar que el país no fue entregado en las condiciones más loables posibles para el desarrollo social. Una cifra para nada despreciable y que con toda razón le da un menaje no solo al Gobierno nacional sino al colombiano de a pie, que en nuestro país, hablar de corrupción equivale a un cheque al portador para unas próximas elecciones.
El problema es que mientras se fortalece la agenda presidencial, se termina de recibir un país endémico y se conjugan las políticas de recuperación, el populismo sigue abarcando el debate confuso entre fuerzas vigorosas de intereses particulares, de ahí que en estos 21 días el alboroto no ha sido por cómo vamos a recuperar la economía nacional o a fortalecer la lucha contra la corrupción, sino más bien a confundir la fórmula.
En estos 21 días el país empieza a cambiar, estábamos acostumbrados a que no fuera así, a ver un Estado corrupto,  una justicia maltrecha,  unas instituciones débiles y una capacidad administrativa inoperante.  Podemos recuperar al país pero sin populismo.
CIRO ALEJANDRO RAMÍREZ CORTES
Senador de la República