Se defiende lo que se ama, se ama lo que nos da confianza. Hoy, entre tantas problemáticas, Colombia padece la ausencia de confianza en sus instituciones democráticas y por ello es tan relevante el proyecto de reforma política que se discute y vota en el Congreso de la República.
Sin edulcorar: las nuevas generaciones son apáticas ante el Congreso, las asambleas departamentales o los concejos municipales. No les interesan, no creen en ellas, no tienen la menor intención de participar en sus decisiones. Es un deber de quienes las conformamos cambiar esta historia justo en el momento en que el Gobierno Nacional ofrece todas las garantías y esfuerzos para por fin trazar un nuevo rumbo.
Será una decisión colectiva y democrática en el Congreso de la República, desde luego, pero estas líneas están dedicadas a informarles sobre mi aporte, mi compromiso público en defensa de puntos específicos que considero vitales para que la política pueda realizarse de otra forma: de un modo digno del pueblo colombiano que es causa y consecuencia de ella.
¡Empecemos!
Las listas para aspirar a corporaciones deben ser cerradas, ello fortalece a las bancadas, a los partidos y genera coherencia ideológica y transparencia frente a la línea que se asumirá al momento de tomar decisiones. Los ciudadanos votarán por programas, por ideas, no por microempresas electorales.
Comparto plenamente la paridad en las listas de aspirantes a corporaciones públicas. Tan solo el 19.9% de congresistas para el periodo 2018-2022 somos mujeres, pese a ser el 51.8% de la población del país. Líderes formadas y luchadoras deben ser parte activa de la vida política nacional.
Tercero: estoy totalmente de acuerdo con imponer un límite a los periodos en las corporaciones. Congresistas, diputados o concejales no deben estar más de dos o tres periodos continuos o discontinuos en su curul. Una sociedad que crece es la que entiende la importancia del relevo generacional de los liderazgos en sus instituciones.
No apoyo ni apoyaré la idea de dar vía libre al transfuguismo. Es un mensaje negativo para el país que alguien se presente a elecciones con la línea programática de un partido y una vez electo, por conveniencias personales, decida pasar a otro. Es un insulto al voto del ciudadano y a la confianza depositada a través de él.
 
Con la reforma de equilibrio de poderes a los colombianos en el exterior se les privó de una de las dos curules en la Cámara de Representantes y ello debe corregirse, pues son casi 4 millones de compatriotas que requieren toda la visibilidad en el escenario legislativo; la jornada electoral debe realizarse en uno o dos días hábiles y en ese periodo de tiempo debe ser gratuito el transporte público, deben flexibilizarse algunos límites para que los jóvenes hagan parte de las corporaciones, en fin, debemos hacer todo lo que esté en nuestras manos para tener partidos fuertes y una Democracia que garantice las libertades y promueva principios y programas que consoliden a Colombia.
Termino con el inicio: se defiende lo que se ama y se ama lo que nos da confianza.
Yo confío en las instituciones porque amo a Colombia. Defiendo y defenderé estos planteamientos en la discusión y votación de la reforma política. Es mi grano de arena, es mi deber y es la fórmula para alcanzar un anhelo de muchos: la política al servicio de todos, siempre teniendo como norte el bien común.