Con relativa facilidad caen los pueblos en manos del socialismo. Y muchas veces con la ayuda de miríadas de idiotas útiles (como los llamaba cariñosamente Lenin) para instalarse en el poder, en un minuto, y llorar por decenios su idiotez.
Para limitar estas reflexiones a nuestra América, vale por empezar en la bella isla de Cuba, que por salir de un detestable dictador como Batista cayó en las garras de otro peor, el socialismo de los Castro. Y de aquello vamos para sesenta años, interminables, ominosos, irrecuperables. Los paredones de fusilamiento, las ignominiosas cárceles políticas, las cartillas de racionamiento, la destrucción del aparato productivo, la miseria en el pueblo más desarrollado de América Latina, la prostitución por la supervivencia de las niñas que llaman jineteras, la corrupción más afrentosa, el exilio para siempre de millones de los mejores cubanos, componen ese cuadro que se le escapó a Dante. Y Castro no hubiera sido posible sin los muchos idiotas que en los Estados Unidos y Cuba creyeron que el asunto iría por unos cortos años.
Nicaragua, por salir de Somoza, también se puso al juego del socialismo. Las hazañas de Eden Pastora parecieron de fábula, el surgimiento de un partido nuevo, el Sandinismo, cosa sensacional y llevarlo al poder por el camino de la democracia un gran triunfo del pueblo. Y ese pueblo no sabe qué cosa hacer ahora con el pesado fardo que lleva a cuestas, el de Ortega y su tiranía, pagando el precio que la gente de nuestros vecinos por el Caribe pagan a precio más caro que el oro, a precio de vida. Como todos los socialismos, el levantado a la memoria del prócer Sandino llegó para quedarse.
Que en El Salvador prevalecieran los intereses de unas pocas familias privilegiadas era historia repetida y no del todo exagerada. Pero vino la guerra, y con la guerra el populismo y con el populismo el socialismo. ¡Pues ahí lo tenéis! El Salvador era el país industrializado de Centroamérica, el de la mejor agricultura, con el café a la cabeza, el de los servicios más desarrollados. Y ahora no produce sino seres humanos enloquecidos por salir del infierno hacia los Estados Unidos, o hacia cualquier parte. El Frente Farabundo Martí, siempre los próceres en la boca de los socialistas, lleva años en el poder, y se quedará muchos más. Falta todavía trecho para la pauperización total del país rico de América Central.
Venezuela es más próximo y doloroso. Que no se hacía la mejor política en nuestro país hermano, nadie lo pone en duda. Que se urdieron negocios fabulosos a la sombra del Gobierno, está claro para todos. Que la devaluación del Bolívar fue ocasión para fortunas atroces, es incontrovertible. Pero los venezolanos creyeron que el socialismo era el remedio para sus males, y ahí se equivocaron irreparablemente.
El socialismo bolivariano, vaya contradictio in adjectio, está cumpliendo 20 años de abusos, de crímenes, de miseria moral y económica. ¡ Y lo que falta! El país más rico de América, y probablemente de la tierra entera, reducido a la miseria, es un caso para que lo examinen los estudiosos de Ciencia Política en la primera página de sus textos o sus obras. Arruinada su producción petrolera, como le gustaría tanto a Petro repetir en Colombia, liquidada la agricultura productiva al grito de “Exprópiese”, destruidas las industrias, todas ellas, y eliminadas las garantías, las instituciones, las instancias democráticas, Venezuela es la imagen de lo que hacen los socialistas instalados en el poder. Para rematar, obviamente, con la prolongación de su imperio. Los socialistas no sueltan la presa.
Igual tragedia se repitió en la Argentina peronista, con el último de sus lamentables capítulos, el mandato de los Kirchner; como pasó con Lula da Silva en el Brasil, que sigue mandando desde la cárcel que merecen sus delitos; como pasó en el Ecuador hasta que Correa se equivocó con Lenin Moreno; como sigue pasando en Bolivia, que se tragó entera la más grande bonanza de su historia y seguirá en manos de Evo, a contravía de de la Razón, del Derecho, de la voluntad de los bolivianos; y como pasaba en Chile, con Allende, santificado en el altar de los izquierdistas de todas las latitudes, que quebró la economía, destruyó la democracia e instaló, como todos los socialismos, un régimen de oprobio moral y político.
Los socialismo llegan para quedarse. Los socialistas saben hacer bien solo dos cosas: tomarse el poder, a las malas o las buenas, y quedarse en el poder, a pesar de que los condenen todos los desastres que organizan.
Vayan estas reflexiones fundadas en la enseñanza de la Historia, al oído de los que quieran el Gobierno de Petro, solo para un ratico.