José Félix Lafaurie Rivera
@jflafaurie
“Ojalá la vida no le sea ingrata a Elías con el futuro de Vecol. Ojalá los afanes de reemplazo no respondan a compromisos burocráticos para consolidar apoyos urgentes. Ojalá una empresa pulcramente administrada y competitiva internacionalmente, no se convierta en caja menor del Ministerio de Agricultura, botín político o nido de corrupción…”.
Así escribí en marzo de 2016, cuando el exministro Iragorri le impidió a Elías Borrero asistir a la Asamblea de Accionistas para entregar, después de 16 años, la empresa que había convertido en joya de la corona de la institucionalidad agropecuaria.
Ya lo había intentado Lizarralde en 2014, cumpliendo instrucciones de Palacio de entregarle la empresa a un político, pero la Junta Directiva se atravesó y el señor Hugo Graciano y su jefe político tuvieron que esperar dos años.
Pero los clientelistas no tenían afán en el gobierno Santos.
Con Iragorri las cosas fueron a otro precio. Algún día me preguntó si estaba de acuerdo en cambiar a Elías y, ante mi negativa, sacó a Fedegán de la Junta y a todo el que le estorbara; y colocó sus fichas y al viceministro Pineda, recordado por inepto y por su ladina obsecuencia para hacerle “mandados” al jefe, como atropellar a un hombre digno como Elías o empujar al Fondo Nacional del Ganado a su liquidación.
Mis “ojalás” de 2016 se quedaron en deseos. El ministro “armó” su proceso de selección y, ¡oh sorpresa!, el candidato Graciano resultó ser el mejor dos años después. Ya en la Gerencia, empezó ese proceso que tanto daño le ha hecho al país: llegaron los amigos a contratar con los amigos; las empresas paisas amigas se pusieron de moda en Vecol; llegaron los asesores bien pagos, todos de Medellín y con pasajes de fin de semana.
Hubo “reestructuración”, para ajustar unidades clave para el “éxito empresarial”, como el Departamento de Compras -¡claro!-; para acomodar los amigos y para cambiar trayectoria e idoneidad por inexperiencia e incompetencia.
Mucha tela que cortar para la Contraloría y la Procuraduría. ¿Por qué se perdió el negocio de vacuna con Ecuador, de casi 3 millones de dólares en 2017?, algo que dejó dudas y sospechas. ¿Será cierto que, de afán e indebidamente, se registró el ingreso de una millonaria exportación a Uruguay a finales de 2017, para “cuadrar año”, no solo de ventas y utilidades, sino de una bonificación por resultados muy jugosa para los gerentes? ¿Por qué las ventas crecen, pero las utilidades disminuyen? ¿No será la euforia del gasto?
Vecol sobrevivió a Graciano por la solidez heredada –más de 55.000 millones en caja dejó Elías Borrero-, pero está herida. Hierven intrigas, cartas y recomendaciones para su reemplazo, pero, afortunadamente, como afirmé la semana pasada, el ministro Valencia “la tiene clara”. Parodiando a Bolívar en el Pantano de Vargas: ¡Ministro: salve usted a Vecol!