Por: María del Rosario Guerra
Fiel a su estilo, es decir, desde el exterior, Juan Manuel Santos reconoció mal y tarde su responsabilidad frente a un tema que ha significado sangre, dolor y lágrimas a todo el pueblo colombiano: El incremento de los cultivos ilícitos… la descarada complicidad de su gobierno con el narcotráfico.
Más cultivos de coca son más cocaína y más cocaína son más adictos; más niños y jóvenes iniciándose en el consumo; más familias en crisis; más microtráfico y crímenes en las calles, colegios y universidades; más policías y soldados asesinados; más de todos los dramas que han impactado al país durante décadas y que Santos prefirió ignorar para privilegiar a los narcotraficantes de las Farc.
Según el Departamento de Estado de los Estados Unidos, Colombia tiene cerca de 188 mil hectáreas de cultivos ilícitos, año tras año el gobierno ha sido incapaz de cumplir con las metas de erradicación y cada vez aumenta más el riesgo de que los Estados Unidos decidan descertificar al país en materia de lucha contra el narcotráfico. Ante ese panorama y quizá derrotado por la presión de una comunidad internacional a la que desea conquistar, el presidente que decidió firmar un acuerdo con el cartel de las Farc asumió una responsabilidad inútil, vergonzosa y ofensiva para con las víctimas del flagelo de las drogas.
Esta confesión debería ser punto de partida para que la Comisión de Acusaciones del Congreso investigue al presidente por negligencia. El país está agotado de ver cómo su primer mandatario premia a los criminales y olvida a los ciudadanos que trabajan de forma honrada. Colombia no soporta más el descaro de un hombre que tenía el deber de defender a la sociedad y a sus instituciones, y terminó entregándolas a los capos del cartel de las Farc, quienes gozan de privilegios inadmisibles.
El próximo presidente de la República, que estoy segura será Iván Duque, asumirá el desafío de retomar la lucha frontal contra el veneno de las drogas tras años de complicidad gubernamental con este delito. No solo será obligatorio erradicar manualmente los cultivos de coca y asperjar de manera focalizada, sino combatir el microtráfico y brindar atención en salud a los adictos.
Juan Manuel Santos cargará por siempre con la verdadera responsabilidad moral: la de no haber hecho lo necesario para evitar crímenes, adicciones y muertes por un narcotráfico que incluso tuvo el descaro de convertir en delito conexo al político.
Todo en su conciencia, “señor” presiente.
18 de mayo de 2018