Si pasa por cualquier barrio de Bogotá, y no conduce el carro que lo lleva, podrá entretenerse apostando cuántos edificios podrá ver sin alguna señal de que tiene por lo menos un apartamento para venta o arriendo, o para ambos destinos. Y nos dicen que así ocurre en las demás ciudades capitales de Colombia.
No podemos caer en la ligereza de presenciar ese espectáculo con el criterio de una crisis económica que nos dejó Santos. Porque es mucho más. Es la crisis del sistema liberal capitalista, que le abre paso, sin que muchos lo adviertan, al socialismo del Siglo XXI.
El único que habló sinceramente del tema, fue Gustavo Petro. Acosado por los periodistas, declaró que no iba a expropiar o confiscar a nadie. Que con el Predial tenía. El Predial es una forma mucho más sencilla y expedita de acabar la propiedad privada que las burdas y agresivas del “exprópiese” chavista. ¿Para qué gritos y pantomimas? Con el Predial basta.
Entre nosotros, la conspiración mortal contra el capitalismo que supuestamente disfrutamos tiene complementos igualmente letales. El impuesto al patrimonio es una expropiación encubierta, porque el propietario ya pagó impuestos de renta para construir ese capital. Cuando se lo duplica, gravando el valor de la renta acumulada, que es el patrimonio, no se pone un nuevo impuesto: se expropia.
Pero no le basta al legislador colombiano con ese complemento diabólico al Predial para robarse la propiedad privada. Porque usa, con letal eficacia, la renta presuntiva, velada manera de atacar, otra vez, al que se creyó el cuento de que algo podía ser suyo, antes de descubrir que todo es del Estado.
Pero aquí no para el despojo. Los alcaldes descubrieron las bondades de una sentencia del Consejo de Estado para seguir robando. La valorización por interés general no es la contribución que diseñaron los hacendistas para que pague por una obra el que se beneficia o enriquece con ella. Cuando el contribuyente no paga porque la administración lo hace rico, sino cuando lo obligan a pagar por una obra que nada le significa, no le exigen una contribución en el sentido que la institución tiene en los tratados de Hacienda Pública. Nada de eso. Se le están robando su propiedad.
Es con la combinación de estos factores, el Predial, el Impuesto al Patrimonio o a la Riqueza, la Renta Presuntiva y la Valorización por Beneficio General, que vamos camino al socialismo. Lo que explica que la gente ya no estima tener techo propio, porque sabe que no es propio y se lo van a quitar por cuotas, y que muy pocos construyen, porque los eventuales compradores ya entendieron la estratagema del Estado para robarles lo que se atrevan a comprar.
Es sorprendente que sigan ciertos economistas criollos dándole vueltas a la caída de la construcción y a la multiplicación inusitada de bienes en venta. Es como si no entendieran que el problema no es el de una crisis que la ha quitado capacidad de compra a la comunidad, sino del algo mucho más profundo y contundente, la implantación del socialismo condenando a la quiebra definitiva la propiedad privada.
Esta socialización de la economía produce efectos inmediatos y destructivos. El desempleo en las grandes ciudades, expreso o disfrazado como “informalidad”, es consecuencia directa e inmediata de los atentados contra la propiedad privada. Nadie construye, porque no hay a quién venderle, y nadie compra porque se le roban lo que compre.
El Alcalde Peñalosa, cuyos coqueteos con el socialismo son viejos, acaba de anunciar “valorización por beneficio general”, para 35 obras que se propone ejecutar, y que valdrá lo mismo que el impuesto predial del año entrante. En otras palabras, anuncia la duplicación del predial, que ya la gente no tiene con qué pagar.
Los que a pesar de la borrasca contemplaban proyectos de construcción en camino, han tenido que posponerlos, una manera de decir que los abandonan. No hay apartamento, casa, local oficina, bodega, que rente para pagar el desmesurado cúmulo de estos impuestos distritales. Y si se completa la cuenta con los cobros nacionales al patrimonio, no hay nada que hacer. Que cada uno viva donde pueda. Las casas de inquilinato, el hacinamiento de las familias, la ruina de la construcción, el desempleo y la pobreza que todo eso supone, son inevitable consecuencia de un socialismo falaz, encubierto, tramposo, que al parecer llegó para quedarse.
Petro dijo la verdad. Para implantar el socialismo que le gusta, el de estilo chavista que ayudó a fundar en Venezuela, no es necesario gritar “exprópiese”. Mucho mejor y más fácil, auméntese la tarifa del predial, el avalúo catastral, la valorización por interés general, el impuesto a la riqueza y la renta presuntiva. Al parecer, nadie lo nota. Y cuando todos lo noten, ya será demasiado tarde.