Colombia ha vivido días de horror y tristeza por cuenta del caos y el vandalismo atizado por algunos de los detractores del Gobierno Nacional, esos que llaman al desorden, la destrucción y la violencia, pero que callan descaradamente ante las consecuencias de sus nefastas acciones. Lo que inició supuestamente como una “protesta” contra una reforma tributaria que ya no existe, perdió legitimidad desde el momento en que gran parte de los manifestantes han usado las vías he hecho para buscar intimidar al Estado.
Intentar diezmar los pilares de la democracia es inaceptable. Incitar ataques contra la Policía y las Fuerzas Militares; difundir noticias falsas nacional e internacionalmente, y dañar bienes públicos, comercios y monumentos, y que además esto sea celebrado por algunos líderes de izquierda, causa indignación.
Este país es de 50 millones de colombianos; no solo de quienes salen a las calles, algunos con la intención legítima de sentar su voz de protesta, otros, la minoría, con la clara intención de causar destrozos, caos y sensación de desgobierno; sino de la mayoría que quiere trabajar y desarrollar sus actividades diarias con respeto a la ley y las instituciones, y con su esfuerzo contribuir a mejorar las condiciones socioeconómicas del país.
Claro que todos tenemos el derecho a protestar y que este está protegido por la Constitución, pero no se puede ejercer afectando y atacando a los demás y, mucho menos, incendiando un país por aspiraciones y frustraciones electorales individuales.
Lo que vemos en esta protesta, que ya completa nueve días, es una estrategia organizada y bien armada para causar sensación de desgobierno y deslegitimar la gran labor que cumplen los hombres y mujeres de nuestras Fuerzas Militares y de Policía. Los vándalos y terroristas urbanos han atacado a los uniformados con sevicia y odio. Ya son 826 heridos, varios de gravedad, y uno más vil y cobardemente asesinado mientras cumplía con su deber de garantizar la seguridad y el orden. Bien lo dijo el general Hoover Penilla: “Tratan de maniatar a la Policía porque saben que es el bastión que tiene la talanquera para que no puedan cumplir con su objetivo de desatar el caos”. No entiendo en qué momento expresar descontento se volvió la fachada perfecta de muchos para atacar de esa manera a la Fuerza Pública. Tristemente parecen haber olvidado que la vida de un policía tiene el mismo valor a las de cualquier otro ciudadano.
De otro lado, es bueno preguntarse ¿dónde están esos que llaman a la desobediencia y la “resistencia civil” ahora que la seguridad alimentaria del país está en riesgo por los bloqueos y manifestaciones en las vías nacionales?, ¿cómo les explican a los hogares colombianos el impacto negativo en su bolsillo por la escasez de alimentos y artículos de la canasta familiar que han elevado sus precios?, y ¿qué decirle a esos productores del campo que han tenido que regalar su producción y en muchos otros casos desecharla?. Ahí está la doble moral e incoherencia de los que se creen “salvadores del pueblo”, que no lo son, y que, con sus actos en vez de ayudar, encarecen la vida de los más pobres y vulnerables, esos a los que tanto dicen “defender y proteger” de palabra, porque sus acciones demuestran que lo que les favorece es su empobrecimiento. ¡Qué mezquindad!
El gran objetivo este año es vacunar a 35 millones de colombianos contra el covid-19 para frenar la curva de contagio, así como reactivar la economía, generar empleo y dinamizar la inversión pública para apoyar a los más vulnerables y fortalecer la estructura productiva del país. Lastimosamente la consecución de esas metas se verá afectada por un paro que desató vandalismo y cese de actividades.
Lo absurdo es que para levantar este caos los líderes del paro hacen peticiones que suman más de $80 billones, lo que equivale a 1.5 veces el presupuesto de inversión pública del gobierno para este año. No se puede exigir al gobierno Duque solucionar de tajo los problemas que ha acumulado el país a lo largo de los años.
Quiero terminar esta columna haciendo un llamado a losciudadanos para que verifiquen la información que está circulando y que comparten a través de redes sociales o cadenas de chat. Gran parte del problema está siendo la desinformación y las noticias falsas que circulan sin ningún control, empezando por los propios organizadores del paro, algunos líderes de izquierda, así como de personas que apoyan o no las manifestaciones.
Reitero la disposición que ha mostrado el Gobierno Nacional para escuchar a los diferentes actores sociales y buscar salidas a sus preocupaciones, siempre desde la base de construir un mejor país para todos. Pido a la Virgen de Chiquinquirá, patrona de los colombianos, guiar y acompañar al presidente Iván Duque en este momento de dificultad. Estoy segura de que su liderazgo, prudencia, capacidad de análisis y compromiso por esta Patria lo llevará a tomar las mejores decisiones.
María del Rosario Guerra
@CharoGuerra