Por: Nicolás Pérez

Senador de la República

 

Los efectos del coronavirus se pueden resumir en dos palabras: fallecidos y desempleo. El dolor que causa la pérdida de un ser querido no tiene comparación, pero la vinculación laboral, a diferencia de las afectaciones médicas, sí tiene solución en el corto plazo.

Cuando llegó el virus al País, íbamos por buen camino. Gracias a los incentivos a la inversión que aprobamos en la Ley de Financiamiento, el 2019 lo cerramos con el incremento del PIB y de la inversión extranjera directa más alto en 6 años. De hecho, Colombia se proyectaba como la segunda economía más pujante de la región después de Panamá.

Además, el promedio de crecimiento en enero y febrero fue del 4.1%, lo cual permitía proyectar una variación del PIB a final de año que podría oscilar entre el 4% y 4.5%, algo que no logramos desde el 2014. Sin embargo, cuando nuestra economía por fin se estaba recuperando del estancamiento generado entre 2015 y 2017 llegó la pandemia.

Las consecuencias son más que conocidas. El PIB cayó 15.7% en el segundo trimestre y el desempleo se disparó al 21.4%, lo que se traduce en la pérdida de cinco millones de puestos de trabajo como consecuencia de la cuarentena. Una cifra que nunca se había registrado en Colombia, ni siquiera a comienzos de los 2000 cuando la mezcla entre El Caguán, la crisis de la UPAC y las masacres paramilitares tenían contra la pared a las instituciones.

Sin embargo, después de seis meses de estancamiento ya se comienza a ver la luz al final del túnel. La reactivación progresiva del comercio permitió que en agosto el desempleo se ubicará en 16.8%, 3.4 y 4.6 puntos porcentuales menos que en julio y mayo respectivamente.

En concreto, esto significa que entre abril y agosto se recuperaron 3.1 millones de empleos, es decir, el 62% de las plazas que se perdieron por el aislamiento. Una cifra histórica que jamás había registrado el País y que, por un lado, da fe de la solidez de una economía que, aunque afectada, se empieza a recuperar más rápido de lo esperado y, por otro lado, demuestra la eficacia del subsidio a la nómina – PAEF – como mecanismo de protección de los puestos de trabajo formales.

Un fenómeno similar está sucediendo, por ejemplo, en Estados Unidos, donde la tasa de desempleo que llegó al 14.7% en abril cayó al 7.9% en septiembre. Lógicamente, el secreto de esta recuperación express está en la reactivación de la mayor cantidad de sectores posibles. Si somos sinceros, el País no se podía dar el lujo de seguir confinado indefinidamente, tal como lo pretendían inicialmente algunos mandatarios locales que están más afanados en montarse en el bus del 2022 antes que en recuperar la economía de sus ciudades.

Ya que las cifras se están poniendo de nuestro lado, no podemos parar. A seis meses de la llegada del coronavirus a Colombia logramos duplicar el número de UCI que teníamos inicialmente, lo cual demuestra que la cuarentena cumplió su función de controlar el pico de contagios y evitar un colapso de la red hospitalaria.

Por eso, es hora de darle luz verde a la reactivación de nuevos sectores. El turismo, por ejemplo, en 2019 fue el responsable del 2% del PIB y de la creación de 1.9 millones de empleos directos e indirectos. Con protocolos de bioseguridad, al igual que están haciendo el comercio, los restaurantes y los gimnasios, es posible revivir esta industria clave para el desarrollo empresarial y social del País.

Asimismo, desde el Estado es vital que se impulsen tanto las pequeñas obras como los grandes proyectos de vivienda como mecanismo de reactivación. Todo esto, apalancados en el rubro de inversión de $56.7 billones que aprobamos la semana pasada para 2021 y el presupuesto de regalías, donde ahora, gracias al proyecto que sacamos adelante en el Congreso, las regiones productoras pasarán de recibir el 11.2% al 25% de la totalidad de los recursos.

Ya sabemos cómo se comporta el virus, cuáles son los grupos poblacionales que están expuestos a un mayor riesgo y qué medidas tomar para mitigar el nivel de contagio. Seguir impulsando la reactivación económica es una causa común que no puede parar y que se puede llevar a cabo con responsabilidad, más aún cuando la generación de empleos es la mejor y más efectiva política social que se puede llegar a implementar.