Por: Nicolás Pérez
Senador de la República

Desde la Segunda Guerra Mundial la humanidad no se enfrentaba a un fenómeno que causara un impacto de tal magnitud en la economía como el que ha generado la propagación del covid-19. Si bien es verdad se han enfrentado crisis como la petrolera en los 70´s o la financiera en el 2008, ninguno de esos eventos había logrado paralizar al mismo tiempo la producción del planeta.

En este contexto, Colombia no ha sido la excepción. La cuarentena es la única forma de controlar la propagación del virus y evitar que colapse el sistema de salud. Es una medida más que necesaria. El problema, es que tiene un costo para el País que Fedesarrollo calcula entre 48 a 65 billones de pesos mensuales.

¿Cómo salvamos la economía de la crisis?

La respuesta está en la inversión pública. Me explico: la economía, por una cantidad infinita de razones, no es uniforme y así como tiene momentos buenos, también tiene épocas malas. La conducta del Gobierno, precisamente, dependerá de la situación en que nos encontremos.

Es decir, cuando estamos en épocas de bonanza y crecimiento económico las instituciones se deben apretar el cinturón y reducir el gasto público. Esta es una forma de generar ahorro en momentos de vacas gordas. Por su parte, cuando las vacas están flacas se debe aumentar la inversión estatal, de tal manera que se controle al máximo el impacto de la recesión. Esto es lo que se denomina una política económica contracíclica.

Por esa razón, el Gobierno ha adoptado de manera correcta un amplio conjunto de medidas sociales y económicas con las que se está protegiendo al País. En un primer momento, se anunció el giro adicional a los programas de Familias en Acción, Jóvenes en Acción y Colombia Mayor, junto con la creación del Ingreso Solidario. Medidas sociales que permitirán aliviar la presión a los hogares más vulnerables de la Patria.

Esta semana, en un segundo momento, el Presidente determinó que se suspenderán los aportes a pensiones por tres meses, se agilizará la devolución de los saldos a favor de los contribuyentes, se establecerá un impuesto a los altos funcionarios del Estado y se diseñará un mecanismo que garantice el pago de las nóminas de las mipymes, eso sí, con la condición de no despedir a los trabajadores.

¿Son estas medidas un acto de populismo desesperado?

Por supuesto que no. En primer lugar, la informalidad laboral en Colombia asciende al 47%, lo cual implica que casi la mitad de los hogares del País hubiesen quedado en el limbo si el Gobierno no tomaba acciones para protegerlos durante la cuarentena. En segundo lugar, es fundamental que en medio de la crisis las personas tengan liquidez para solventar sus necesidades y mantener el nivel de consumo en el mercado.

Tan es así que, por ejemplo, Estados Unidos en el marco del recientemente aprobado programa de $2 trillones de dólares para estimular la economía tras el Covid-19 contempló, entre otras medidas, entregar un cheque de $1.200 dólares a cada persona, situación que ya había hecho en el pasado en 2001 y en la gran recesión.
En tercer lugar, es esencial proteger a las pequeñas y medianas empresas. Estas son las responsables del 80% de los empleos creados en el País y de la generación del 35% del PIB. Sin embargo, al mismo tiempo, son las primeras perjudicadas con el cierre del comercio y el aislamiento obligatorio. Si no se las apoyaba, la masacre laboral sería incalculable.

En cuarto lugar, no es momento de aumentar impuestos a las empresas. Contrario a lo que algunos proponen, tal acción profundizaría aún más la crisis y las posibilidades de generación de nuevas plazas de trabajo.

Hacerlo implicaría implementar medidas procíclicas y no contracíclicas. Es decir, sofocar tributariamente al sector privado en el momento de mayor dificultad.

Sin lugar a dudas, esta crisis representa un desafío sin precedentes. Nadie la tenía prevista y exigirá lo mejor de todos nosotros para sacar al País adelante. Seguramente nos tocará acudir al endeudamiento para financiar estas medidas, pero si no lo hacemos estaríamos permitiendo que el barco se hunda sin siquiera luchar para sacarlo de la tormenta.