Por: Margarita Restrepo
Nuestro régimen democrático nos tiene acostumbrados a concurrir libremente a las urnas cada cuatro años para elegir a Senadores y Representantes a la Cámara y, un par de meses después, al presidente de la República.
Hemos sido un pueblo bendecido por poder ostentar un modelo republicano que nos ha permitido decidir libremente nuestro destino. A pesar de todas las dificultades y amenazas que nos han acechado desde siempre, los colombianos hemos logrado hacer que la democracia prevalezca. Hasta ahora.
El Congreso de la República se ha convertido en una obsesión para el social comunismo. Sus dirigentes saben que, sin unas mayorías en Cámara y Senado, se les dificultará poner en marcha su nocivo proyecto político. Hoy, cuentan con una representación bulliciosa, escandalosa podríamos decir, pero que está lejos de ser mayoritaria.
Ahí radica la importancia neurálgica del certamen electoral del próximo 13 de marzo. En nuestras manos está la posibilidad de elegir un congreso mayoritariamente adverso al modelo neocomunista. En el Centro Democrático hemos planteado una campaña enfocada, precisamente, en la atención de las evidentes necesidades sociales que aquejan al país, pero sin renunciar a la libertad democrática. En solucionar las dificultades que se han profundizado por cuenta de la pandemia, sin dejar de proteger y propender por la estabilidad institucional.
Mientras el petrismo pretende llevar a Colombia hacia el abismo, incendiando los corazones de jóvenes colombianos, nosotros damos la batalla por encontrar el camino real para la solución de sus problemas y la búsqueda de alternativas para la solución de sus demandas e insatisfacciones.
Ellos, los neocomunistas, usan la violencia y el odio como vehículo electoral; nosotros le apostamos a la sensatez, a la seriedad, pero, sobre todo, a la construcción y no a la destrucción; a la concordia y no a la animadversión; al progreso y no a la barbarie; a la libertad y no al totalitarismo.
Las del domingo 13 de marzo, en consecuencia, no serán unas elecciones más de las que estamos acostumbrados a celebrar de acuerdo con nuestro régimen político. Son muchas las cosas que están en juego, empezando por la posibilidad de que en adelante los colombianos podamos seguir definiendo nuestro futuro. Algunas personas me han dicho que somos “cansones” cuando repetimos el caso venezolano, que Colombia no es el país vecino y que Petro no es Chávez. Es cierto. No se trata de casos idénticos y que la nuestra es una democracia muy diferente de la que hubo en el país vecino. Pero el riesgo sí es idéntico.
Busco el favor de los antioqueños para volver a la Cámara de Representantes con el fin de continuar luchando por los intereses de mi país y, particularmente, de mi región. He liderado y me propongo seguir haciéndolo, la lucha por los derechos de los niños y de los jóvenes. No cesaré mi compromiso de hacer que los responsables del reclutamiento forzado de menores de edad sean sancionados como corresponde, a la luz de los estándares internacionales. Pero voy más allá: tenemos que lograr, entre todos, que ese flagelo, que es uno de los peores crímenes contra la humanidad, sea erradicado de nuestro país. Mientras los neocomunistas buscan desesperadamente perdonar y justificar a los reclutadores de niños y adolescentes, nosotros nos la jugamos por llevar a esos salvajes ante los tribunales.
Soy la única mujer de la bancada del Centro Democrático por Antioquia. Esa condición aumenta mi compromiso con todas esas madres cabeza de hogar que son maltratadas por un sistema muchas veces excluyente y perverso que cierra puertas y no genera oportunidades.
No me ha temblado la voz para denunciar la pésima administración de Medellín. Quintero Calle, en dos años, ha convertido a nuestra ciudad en un lugar ingobernable, donde impera el caos y la corrupción. Los antioqueños no merecemos que nuestra capital sea convertida en un conejillo de indias del socialismo del siglo XXI. A Quintero hay que seguir confrontándolo y denunciándolo sin contemplación. Ese es nuestro irrenunciable deber como demócratas.
Las urnas siempre han sido sabias. La democracia tiene que hacerse valer el próximo 13 de marzo cuando las mayorías ciudadanas tendrán la hermosa oportunidad de depositar el futuro de la patria en manos de quienes no seremos inferiores a la responsabilidad que se nos delegue, siempre teniendo de presente la protección de la libertad. Tengo la íntima convicción de que Colombia no dará un salto al vacío.