Por: John Harold Suárez Vargas 

Senador de la República

A finales del siglo IX, en la dinastía Tang, los chinos buscaban la fórmula de la inmortalidad y en el proceso crearon la “medicina de fuego”; pero sus propiedades curativas fueron pronto superadas por su uso bélico, cuando en el año 1.000llegan a los campos de batalla las “flechas de fuego”, propagándose y perfeccionando su uso militar en el resto del mundo.  Paralelamente, algunos alquimistas comenzaron a mezclar la pólvora con diferentes sales metálicas para obtener diferentes colores: para el rojo litio y estroncio;para el amarillo el sodio, y para el azul cobre,todo un coctel altamente tóxico, naciendo así los fuegos artificiales.

Por años, la pólvora ha sido una tradición en el mundo y hemos sido seducidos por el encanto de sus luces multicolores, dibujando formas caprichosas y efímeras en el cielo, olvidando las graves consecuencias y problemáticas que trae consigo su uso.

Para muchos, la pólvora estruendosa significa que estamos de fiesta y no conciben la Navidad sin su uso. No es aceptable que en pleno siglo XXI continúe esta tradición que en un 99% genera graves problemas ambientales y de salud.

El Instituto Nacional de Salud reveló que en los primeros 11 días del mes de diciembre se han presentado 165 casos de personas quemadas (70 adultos y 95 menores de edad),y aunque significa una reducción del 28.5% con relación al periodo del 2019 las cifras no dejan de ser preocupantes.

A raíz de esto, las principales víctimas son los niños, muchos de ellos también intoxicados por la ingesta de la pólvora. Y donde uno de sus juegos favoritos son las famosas “chispitas” las cuales son elaboradas con nitrato de amonio y azufre y pueden alcanzar temperaturas en su interior de hasta1.000 grados Celsius, el doble de la temperatura generada por un equipo de soldadura de estaño. ¿Qué pasa con la responsabilidad y el “amor” de sus padres que incluso alientan su manipulación, conscientes del riesgo para sus hijos de sufrir graves quemaduras e intoxicaciones que los puedan llevar a la muerte?

Adicionalmente, son muchos los problemas respiratorios generados por la inhalación del humo toxico desprendido de la quema de pólvora, deteriorando la salud de aquellas personas que padecen asma y otras pre existencias, especialmente en las que tienen o se encuentran en proceso de recuperación del Covid-19.

No dejemos de lado el daño a la fauna: ante la pólvora detonante, las aves sufren de desorientación de tiempo y espacio conduciéndolas a la muerte y que no decir de las mascotas, perros y gatos,quesufren problemas cardiacos por el estrés de las detonaciones.

También es inconcebible que en tiempos de una situación economía tan delicada, cómo la actual, se estén literalmente quemando millones de pesos, cuando en muchos casos los vecinos no tienen un plato de comida en su mesa, ni como dar un aguinaldo a sus hijos.

Soy consciente que hay muchas familias que por años se han dedicado a la elaboración de juegos pirotécnicos en muchas zonas de nuestro país, realizando espectáculos de luces de una forma profesional, pero el Estado debe promover y garantizar nuevas fuentes de ingresos para ellos y no estigmatizarlos.

Diciembre es un mes donde los centros de urgencias registran altos volúmenes de ingreso de pacientes, gracias al aumento en el consumo de alcohol que ocasiona riñas, accidentes de tránsito y desafortunadamente quemados e intoxicados con pólvora. Pero este año, recordemos que estamos en pandemia, y las clínicas, los hospitales, deben centrar sus esfuerzos a pacientes contagiados por el Covid-19 y de nuestro comportamiento está el evitar la congestión hospitalaria.

Las quemaduras, la mutilación y las cicatrices son para siempre.