En un mensaje conjunto las diferentes asociaciones médicas del país piden que se hagan unos corredores por la salud para que las ambulancias lleguen a tiempo y el suministro de los medicamentos no se dilate en forma tal que los pacientes que están en cuidado intensivo reciban su atención a tiempo. Estos pacientes críticos no dan espera. Respaldo y elogio esta petición. Sin embargo, expresa la degradación que ha sufrido el paro donde derechos fundamentales han sido vandalizados y humillados. ¿Por qué no podemos protestar respetando la vida o la dignidad de la persona humana? ¿Atiza la espiral del descontento si se acude a la hoguera o la violencia sexual para incinerar la existencia o la intimidad de nuestra fuerza pública? Estos no son hechiceros, son ciudadanos colombianos cuya vocación es protegernos. ¡Corredores humanitarios: absurdo! La piedad y la compasión no deben tener límites.

Que decir de las marchas. Se calcula que han participado alrededor de 250 mil colombianos (0.5%) de la población y dentro de esos hay unos antisociales que tienen arrinconados a 99.8% de la población colombiana. En ese grupo hay una minoría amoral, asalariados, vándalos y terroristas que han atentado contra el bienestar social del colectivo en forma inescrupulosa (¿cuántos:1000?) Si claro, los buenos somos más. Es el estribillo del consuelo. ¡Pero no hacemos nada! La violencia esta enraizada y su pocilga venenosa cavó los otros derechos fundamentales que se resumen en dos palabras: vivir dignamente.

Y sigo explorando el cerebro de los colombianos, el de las contradicciones. El lenguaje, uno de los oratorios de la inteligencia superior que caracteriza nuestra especie tiene el más hermoso repertorio: las palabras. Y quienes lo han consagrado con vocación y estudio, los comunicadores, le han colocado sublimes aderezos. Ese valioso don lo utilizan algunos para que la artillera de la destrucción se prepare: califican la figura presidencial como estúpido, inepto y lo comparan a una marioneta. La insolencia de las palabras con irrespeto hacia la dignidad presidencial. Estas palabras no son los argumentos para criticar una gestión o una decisión. Que diferente que nuestros comunicadores fueran los mensajeros de la paz y sus frases llegaran a las neuronas espejo que los ciudadanos imitaran.

El estatus epiléptico es una emergencia neurológica y tiene una mortalidad global de cerca del 20%. Son crisis convulsivas, una tras otra, sin parar. No hay recuperación del paciente entre los ataques, permanece inconsciente. Y pensar que el origen de los ataques es en muchas ocasiones un foco aberrante o ectópico que descarga y altera toda la normal actividad eléctrica del cerebro. Es el responsable del cortocircuito, el de las contradicciones. Se trata la emergencia, es la prioridad. La solución definitiva es retirar el foco. El país está en estado epiléptico, pero mientras no erradique la bombilla de las contradicciones estaremos expuestos a que vuelvan las crisis convulsivas que mantienen sin vida sus sueños.

Hay que intentar descifrar el cerebro de los que se deleitan con la crueldad. Esos que incitan la emoción social corrosiva para destruir esta patria agonizante que mira incrédula el abismo. Disfrazados de líderes y mercaderes de la pobreza. No les importa nada y pasarán como el vanidoso de Saint-Exupery: solos en el planeta y así permanecerán a pesar de los momentáneos aplausos de hoy. La plataforma de los principios siempre se ha impuesto. El cerebro de los colombianos es superior a esas ambiciones mezquinas y nuestras convicciones, rechazaran estas mentes predadoras y corazones perversos.