Por: Nicolás Pérez,
Senador de la República.
Pensemos por un momento en lo que sucedería en Colombia si Gustavo Petro gana las elecciones presidenciales el próximo año. Un escenario que por el momento no se ve tan lejano y que traería profundas dificultades para el País.
En primer lugar, a lo largo de sus candidaturas Petro siempre ha puesto sobre la mesa la posibilidad de convocar a una constituyente como uno de sus primeros actos de gobierno, lo cual, palabras más palabras menos, implicaría cambiar por completo las reglas de juego de absolutamente todo el funcionamiento del Estado colombiano. Algo que ya ha sucedido en otras naciones de la región.
Por ejemplo, cuando Chávez llegó al Palacio de Miraflores a finales de los 90´s no se quedó quieto ni gobernó con el marco institucional de entonces, sino que impuso una nueva Constitución que, en últimas, permitió que el chavismo acabara con la independencia de las otras ramas del Estado, concentrara todo el poder y perpetuara de manera indefinida su estadía en el cetro presidencial, a tal punto que han pasado más de dos décadas sin que alguien distinto a esa corriente asuma las riendas del País.
Es tan crítico este punto que, por mencionar otro caso, las graves protestas del año pasado en Chile tuvieron como principal objetivo convocar a una constituyente. Propósito que finalmente lograron tras una seguidilla de errores del Gobierno. Como consecuencia, actualmente nadie sabe a ciencia cierta qué rumbo va a tomar esa Nación.
Y la razón es muy sencilla: en una constituyente no hay temas vetados. Lo que inicia como una reforma a la justicia puede terminar derivando en una expansión de las facultades expropiatorias del Gobierno. Es como abrir una caja de pandora donde las mayorías de turno pueden tomar a su antojo las decisiones que quieran sobre el modelo de País. Una realidad que Gustavo Petro tiene más que clara.
En segundo lugar, el gran peligro de Petro es que representa una amenaza contra la propiedad privada, una situación que no habíamos tenido nunca en la historia reciente del País. Porque claro, siempre ha habido debate entre los distintos sectores políticos. Unos creen que el desarrollo debe estar impulsado por el mercado y la libre competencia, para lo cual es necesario disminuir los impuestos y la regulación del Estado. Otros consideran que el Gobierno ha de tener un rol mucho más activo para luchar contra la pobreza, para lo cual es necesario un mayor aporte por parte de los que más tienen a través de contribuciones más altas.
Fácilmente así podríamos seguir durante horas enunciando las posiciones encontradas de los últimos Gobiernos, Presidentes y partidos. Sin embargo, lo que no habíamos visto es que esas diferencias se centraran en que los poderes del Estado lleguen a tal punto que el patrimonio de toda una vida de esfuerzo y trabajo de las familias colombianas estuviera bajo amenaza.
Lo más paradójico de todo, es que una victoria de la Colombia Humana ni siquiera terminaría afectando a los más ricos, sino que sería un golpe fulminante a la clase media y las familias vulnerables, ya que los grandes capitales empacarían sus maletas y se llevarían su dinero a otros Países donde no corran el riesgo de perderlo todo a manos del Gobierno, con lo cual en Colombia se acabarían miles de empleos generados por estas empresas.
Además, la Nación no tendría cómo recaudar los recursos necesarios para financiar una política social sólida y mercados como el de las viviendas de interés social, que concentran los activos del grueso de los hogares del País, quedarían en el limbo, toda vez que sin compradores el precio de las casas se desvaloriza.
Incluso, el solo hecho que Petro vaya punteando en las encuestas tiene a los inversionistas con los pelos de punta. Buena parte de los empresarios colombianos ya están estructurando un plan A, B, C y D para emigrar a otras latitudes en caso de un triunfo de la Colombia Humana y los grandes proyectos de inversión están suspendidos hasta saber qué sucede el otro año. Nadie quiere traer un peso a nuestro País sin saber primero si el próximo Presidente va a emprender una guerra contra la propiedad de las personas y esa incertidumbre electoral va a continuar presionando el precio del dólar hacía el alza.
Por eso, si de algo estoy seguro es que Petro NO es la opción para dirigir las riendas del Estado. La vaca loca en que se metería el País sería de proporciones bíblicas, nadie ganaría y los esfuerzos que tanto se han hecho durante los últimos 30 años para mostrarle al mundo que Colombia es un destino seguro para la inversión quedarían tirados en la basura. Este sería, sin lugar a dudas, el peor de los escenarios posibles.