Alejandro Corrales
Senador Cafetero
En las últimas semanas el Congreso de la República ha centrado sus esfuerzos en trabajar por la reforma al Sistema General de Regalías, una discusión que iniciamos desde las Comisiones V conjuntas y que siguió su trámite legislativo hacia las plenarias de Senado y Cámara.
Las regalías son el pago al Estado, que los particulares deben realizar por la explotación de un recurso natural no renovable, con estos ingresos se construyen hospitales, escuelas, se invierte en la niñez y el progreso de los municipios del país, vale aclarar, que este tipo de explotaciones no pueden hacerse en cualquier parte y deben contar con el visto bueno de las instituciones encargadas de velar por el buen uso del suelo.
Con la reforma al SGR se duplicarán los recursos entregados a las entidades territoriales productoras, en los municipios más pobres del país se asignarán mayores recursos y se apoyarán temas de ciencia, tecnología e innovación, además de protección y fortalecimiento ambiental. Adicionalmente, logramos incluir al sector agropecuario en todas las fuentes de financiación, promoviendo el emprendimiento rural, los distritos de riego, el arreglo de vías terciarias, la electrificación rural, entre otras.
Estos recursos ayudarán a que se creen más empleos, se proteja el bienestar de los ciudadanos y se salga poco a poco de la pobreza extrema, a través de la inversión en el aparato productivo y en el sistema agroexportador, que en un futuro nos brindará mayor sostenibilidad.
No podemos cometer el mismo error que otros países que malgastaron estos dineros como Venezuela, el cual hoy sufre una de sus peores crisis en seguridad alimentaria y una cifra alarmante en sus reservas petroleras. Estos recursos nos permitirán avanzar hacia la transición energética y valernos de más alternativas que nos permitan alejarnos de una enfermedad holandesa.
Por consiguiente, si algo hoy nos debe preocupar es la explotación de recursos de forma ilegal, pues, la solución no está en la prohibición sino en la reglamentación de estas prácticas, las cuales lamentablemente hoy son motor de la ilegalidad y de la violencia, llenan nuestras aguas de mercurio y desplazan comunidades enteras. ¿Se imaginan el dinero que ganaría el país si todas las minas ilegales pagarán regalías, impuestos, nóminas y generarán beneficios para las comunidades cercanas?
No veamos las regalías como un problema sino como una oportunidad de sacar adelante a nuestro país, más aún en medio de la reactivación económica que desafiará nuestra convicción y pujanza. Hay que trabajar para acabar con la corrupción y los malos manejos de estos recursos, promover la transparencia y el consenso mutuo de las comunidades. De ese modo, juntos saldremos adelante.