Por: Nicolás Pérez
Senador de la República

Mucho se ha dicho acerca de las medidas de emergencia que se tomaron para proteger la economía desde la cuarentena de marzo. Insuficientes, populistas o fragmentadas… descalificativos no han faltado. Sin embargo, los indicadores de las últimas dos semanas nos demuestran que han sido realmente útiles para que el País navegue a través de la tormenta más difícil de los últimos años.

El primero, fue la impresionante recuperación de 3.1 millones de empleos de abril a agosto. Una cifra nunca antes vista, la cual está soportada en gran medida en las líneas de crédito flexibles creadas por los bancos de segundo piso, la financiación respaldada con el Fondo Nacional de Garantías y el Programa de Apoyo al Empleo Formal -PAEF-.

El segundo, es el acelerado repunte del Índice de Confianza al Consumidor -ICC-, una medición que es clave para que los actores del mercado tomen decisiones a corto y mediano plazo. Me explico: si este indicador está a la baja, implica que las personas no creen que la economía va por buen camino y, por ende, es más probable que los hogares incrementen el ahorro y disminuyan el nivel de gasto. Al fin y al cabo, nadie toma la decisión de adquirir un producto si no tiene la certeza de poderlo pagar en el futuro.

Por el contrario, si el índice incrementa evidencia que los consumidores confían en que las condiciones económicas por venir van a ser mejores, razón por la cual es más factible que adquieran más productos y servicios, situación que lógicamente aumenta el nivel de consumo y dinamiza el mercado.

Esta dinámica, más que predecir el futuro de los compradores, es determinante para los productores e inversionistas, dado que entre más expectativas de compra haya, mayor es la probabilidad de adquisición de sus productos y existe un menor riesgo de pérdidas.

Lo anterior, indiscutiblemente, termina repercutiendo en otros factores como la generación de empleo, toda vez que si las empresas observan que los consumidores tienen la disposición de gastar sus recursos en productos no esenciales, estas pueden aumentar su capacidad de producción para responder a esa demanda del mercado.

Ahora bien, al igual que sucede con muchos otros indicadores, la confianza del consumidor está influenciada por todo tipo de factores, tales como el crecimiento del PIB, la inflación, el dólar, el orden público, etc. En otras palabras, entre más estables y seguras sean las condiciones institucionales, económicas y políticas del País, es más fácil que las personas organicen sus finanzas y proyecten la adquisición de determinados bienes.

Por eso, mientras que en enero de este año el ICC era del -1.2%, en abril esa medición cayó al -41.3%, principalmente como consecuencia de la cuarentena, el no saber cómo se comportaba el virus y el eventual colapso del sistema de salud. Factores que llevaron a los colombianos a restringir considerablemente el gasto y solo adquirir productos estrictamente esenciales.

Sin embargo, la combinación de programas sociales como el Ingreso Solidario, los giros adicionales de Familias en Acción, Jóvenes en Acción y Colombia Mayor, así como las medidas previamente mencionadas para proteger el empleo lograron, junto con la reactivación de gran parte de la economía, que en septiembre el ICC aumentara al -21.6%, es decir, una recuperación express de 19.7 puntos que se dio en todos los estratos.

Además, en ciudades como Medellín la confianza de los consumidores pasó del -43.4% en abril al 17.3% en septiembre y por sectores vemos que, por ejemplo, la disposición para comprar vivienda en el País aumentó del -62.3% al -17.2% en ese mismo periodo de tiempo. Una diferencia de 45.1 puntos promovida, entre otras cosas, por el reinicio de las obras y los nuevos programas de subsidio para inmuebles vis y no vis ofertados por el Gobierno.

Evidentemente, esto demuestra que las medidas decretadas por el ejecutivo y respaldadas desde el Congreso han permitido que la economía tenga un ritmo de recuperación mucho más rápido al esperado. Si la tendencia se mantiene, las perspectivas de gasto continuarán aumentando y las empresas tendrán la capacidad de crear nuevos puestos de trabajo.

Un propósito por el cual no hemos descansado y que después de varios meses estamos viendo convertirse progresivamente en una realidad.