La crisis desatada por el CODIV-19 demostró una vez más las graves falencias que en materia de salud, padecen los Estados. Estas carencias, como es natural, son considerablemente mayores en los países con limitaciones presupuestales, como el nuestro.
El déficit de camas, de cupos en las unidades de cuidados intensivos, la falta de ventiladores y demás elementos que resultan vitales para enfrentar a la demoledora pandemia que ha puesto en jaque a la humanidad, obligó a que el gobierno se pusiera manos a la obra para llenar el vacío, creando un modelo de trabajo admirable que, a pesar de las dificultades, ha estado a la altura de las circunstancias.
¿Cómo no aplaudir la velocidad con que se identificaron los recursos para hacerle llegar algo de dinero a los compatriotas más vulnerables? ¿Cómo no hacer un reconocimiento sincero por la rapidez con la que se establecieron puestos temporales para ampliar la capacidad hospitalaria para hacerle frente a una muy posible oleada de pacientes contagiados con el virus?
Claro que nadie puede estar tranquilo con esta tragedia que afecta al planeta entero, que ha cobrado la vida de más de 100 mil personas, pero no podemos negar que el presidente Duque, sus ministros y funcionarios de todas las áreas, se han encargado de generar calma gracias a la celeridad y seriedad con que están afrontando esta mala hora.
En momentos como este, debe aflorar la solidaridad de toda la sociedad. Cientos de miles de nuestros compatriotas, han perdido o están en riesgo de perder su trabajo. Muchos, cumplen disciplinadamente la cuarentena con serias dificultades de dinero y, no obstante, con emoción registramos cómo desde todos los rincones del país, aparecen donaciones para la adquisición de mercados para las familias que no tienen medios para proporcionarse sus propios alimentos.
Como congresista, pero sobre todo como colombiana, respaldo totalmente la reciente decisión del presidente Iván Duque de reducir los salarios de los funcionarios y contratistas del Estado que ganan -ganamos- más de $10 millones de pesos.
Esos recursos que nos dejarán de ser pagados, son un aporte gigantesco para ayudar a quienes han perdido su ingreso.
Tarde o temprano cesará la horrible noche y nuestro país, que a lo largo de la historia ha tenido la entereza para hacerle frente a situaciones de gran dificultad, sabrá sobreponerse.
Así como exalto mucho de lo que se ha hecho y de lo que hemos alcanzado en tan poco tiempo, no puedo dejar de lamentar la actitud poco constructiva y generosa de un sector de la banca colombiana. Conduele que haya bancos que no estén sintonizados con la grave crisis y que, en vez de pensar en sus clientes, busquen sacar provecho de ellos.
Nadie quiere que haya condonaciones de créditos, pero sí facilidades sensatas para que las personas y las empresas que tienen compromisos financieros, no terminen asfixiadas. En tiempos en que la economía está perfectamente paralizada, no se entiende que muchos bancos sean reticentes a extender los plazos crediticios.
Si las empresas colapsan, Colombia se hundirá. ¿Y qué ganan los bancos si el país entra en depresión económica, con su sector productivo paralizado y con millones de personas desempleadas?
Ojalá que estas dos semanas adicionales de cuarentena que empiezan a contarse a partir de hoy, sirvan para que aquellos que no se han alineado con la realidad de la crisis, tomen conciencia y entiendan que estos son tiempos para la solidaridad y no para sacar provecho.