Por: Nicolás Pérez
Senador de la República

Las plazas de mercado van más allá de ser los lugares por excelencia de compra y venta de alimentos. Son verdaderos centros de impulso económico que generan una notable transformación social y turística, aunque este último aspecto, desafortunadamente, no lo hemos sabido explotar en el País.

Desde la perspectiva económica, contemplar la auto regulación de precios sin tener en cuenta las plazas de mercado sería imposible. Todas las cadenas de producción convergen en este lugar, desde la cosecha del producto y su intermediación hasta la negociación de la venta, a tal punto que el DANE no solamente hace un monitoreo a esta variación por medio del Sistema de Información de Precios – SIPSA, sino que para determinar el Índice de Precios al Consumidor – IPC, es decir la inflación, acude a más de 57mil fuentes mensuales, dentro de las cuales las plazas son un componente vital.

Desde el énfasis social pocos lugares dinamizan tanto las ciudades como las plazas de mercado. La Minorista de Medellín, por ejemplo, tiene alrededor de 3 mil puestos de venta donde, en promedio, trabajan 3 personas, generando cerca de 9 mil empleos para cubrir la demanda de visitantes que los fines de semana pueden llegar a los 15 mil por día, situación que se repite, por mencionar otro caso, en las 49 plazas públicas y privadas que hay en Bogotá.

Sin embargo, a pesar que son un epicentro del comercio y el desarrollo que conecta la oferta rural con las necesidades urbanas, en Colombia no hemos aprovechado correctamente el potencial de las plazas de mercado como puntos vitales para el turismo. Por ejemplo, en ciudades como Barcelona, Porto Alegre, París, Múnich y en general en todas las grandes urbes del mundo estas son una visita obligada para los turistas, dado que son una puerta de entrada a la identidad cultural e histórica de los pueblos.

Pero en nuestro País, desafortunadamente, no hemos potenciado esta ventana de mercado, lo cual se ha dado, en gran parte, debido a las deficiencias que en materia de infraestructura tienen nuestras plazas en comparación con las de otros países.

Por ello, una acción fundamental frente a la cual debemos abrir el debate es la posibilidad de concesionarlas a largo plazo, de tal manera que logremos atraer inversión que mejore la estructura física y logística de las plazas sin que se generen costos significativos a corto plazo para los comerciantes.

Esta medida permitiría transformar las plazas del País en verdaderos epicentros turísticos manteniendo la identidad y el arraigo cultural. La inversión debe ir de la mano con la transformación social y este es un claro ejemplo de cooperación armónica entre el sector privado y público.

Ñapa: la renuncia del Consorcio Mota a la construcción de los mega colegios en el País era anunciada. Tal como lo advertimos hace 1 mes en el Senado, de las 30.680 aulas que el Gobierno Santos prometió para 2018, a junio de este año solo se habían entregado 222, el 0.72% de la meta.

Esperamos que la Ministra de Educación logre destrabar jurídicamente la situación y adjudicar rápidamente estos proyectos a nuevos contratistas que sí honren el sagrado compromiso con la educación de la juventud en Colombia.