Por: José Félix Lafaurie Rivera, 26 de Octubre 2018
La autoridad internacional de salud animal, OIE, actualizó en su página oficial los mapas del estatus sanitario de sus miembros. En el correspondiente a Fiebre Aftosa, Colombia apareció totalmente en rojo, bajo la convención de “Suspensión del estatus libre de fiebre aftosa”.
Esa es la realidad cruda e inocultable. Hasta la ocurrencia de los focos de 2017, más con esfuerzos diplomáticos que argumentos técnicos, se preservó el estatus de libre con vacunación por fuera de una “zona de contención”, pero la reciente aparición de dos focos en cerdos en el Cesar, dejó en evidencia la circulación del virus por fuerza de dicha zona y motivó la decisión de la OIE. En otras palabras, volvimos a ser un país endémico hasta que no logremos probar lo contrario.
La frustración es innegable, después de 15 años de esfuerzos hasta lograr el estatus de libre con vacunación en 2009, y de nueve años de preservarlo y disfrutarlo, aunque durante ese periodo no hayamos logrado colocar un solo kilo de carne en los mercados con los cuales el país firmó TLC –otra frustración–, y después de haber invertido recursos del orden del billón de pesos, solamente en vacunación, para obtener y preservar el estatus hoy suspendido.
Los ganaderos, sin embargo, hemos vivido más duras realidades por el abandono y la violencia rural, cuando no por la estigmatización promovida por nuestros propios victimarios; y siempre…, siempre, la dificultad ha acicateado nuestro espíritu de conservación, de reto y superación, como aferrados a la sentencia lapidaria de Nietzche: “De la Escuela de Guerra de la vida, lo que no me destruye me hace más fuerte”.
Lo sucedido es gravísimo, pero tampoco es el fin del mundo sanitario. No se trata de un estatus que nunca se ha tenido, como el caso de Venezuela o como el nuestro hasta 2001, cuando obtuvimos la primera certificación zonal; tampoco de un estatus perdido irremediablemente, sino apenas “suspendido”. Nos queda ahora la carga de la prueba; nos queda demostrar el nivel de protección del hato después de 24 años de vacunación ininterrumpida; nos queda el reto de la recuperación.
No hay tiempo que perder, y menos en lamentaciones. No vale la pena. Que cada quien asuma sus responsabilidades, que los ganaderos asumiremos las nuestras.
1.- Es necesario rehacer, fortalecida, la alianza estratégica entre el sector público y el privado; entre la autoridad sanitaria y FEDEGÁN; alianza que demostró con creces su eficacia en el logro los resultados.
2.- Es necesario rehacer, fortalecido también, el equipo técnico del Fondo Nacional del Ganado que operó el Programa de Erradicación durante 22 años; el mismo que logró el estatus de país libre en 2009 y logró preservarlo hasta 2016.
3.- Es urgente reconstruir la cultura sanitaria. Los lemas de “Colombia sin Aftosa, un Propósito Nacional” y de “Vacunar es exportar”, que sembramos a comienzos de la década de los noventa, hoy tienen plena vigencia, pero hay que convertirlos en compromiso de información y denuncia ante el ICA. Los ganaderos debemos ser los primeros centinelas sanitarios frente a cualquier síntoma de la enfermedad.
4.- Es urgente restaurar la cooperación con las autoridades de policía, pero no basta con exigir. El contrabando está en su apogeo con sorprendente desfachatez. Por ello hay que denunciar al contrabandista y a quien se convierta en cómplice a este lado de la frontera. Está de por medio el futuro de la ganadería.
En fin, tenemos que borrarle el rojo al mapa de Colombia en la OIE. Hay que superar la frustración y asumir el reto. De nosotros depende.
@jflafaurie