Paola Holguín
Es claro que cada Presidente es libre de nombrar a quien quiera en su
Gabinete, cada Ministro, Director o funcionario; pero también es cierto que
con esas designaciones los Mandatarios pueden enviar mensajes que
tranquilicen o no al País.
El anuncio de la designación del ex magistrado Iván Velásquez como Ministro
de Defensa del gobierno Petro causó sorpresa, desconcierto y, en otros casos,
graves cuestionamientos por parte de amplios sectores de la opinión pública.
Y no es para menos.
Más allá de su bien conocida y criminal obsesión por involucrar, a como diera
lugar, al Expresidente Álvaro Uribe con el paramilitarismo (que Uribe tan
eficazmente combatió y desmanteló), y tras su escandalosa expulsión de
Guatemala, por cuenta de su también conocida tendencia a la arbitrariedad y
al abuso de poder, el designado no cuenta con la más mínima experiencia en
asuntos relacionados con la seguridad ciudadana y la defensa nacional; y con
todo, eso no es lo que más preocupa.
Lo que realmente preocupa de Velásquez, sin atisbo de duda, es su inocultable
prejuicio, por no decir odio, hacia las propias instituciones que ahora tendrá
la responsabilidad de regentar -en su cuenta de twitter aún están disponibles
múltiples mensajes con los que ha cuestionado el profesionalismo de la Fuerza
Pública, la honorabilidad de sus mandos y la legalidad de sus operacionespor eso perturba que las reformas que anuncian emprenderá, terminen por
politizar y desinstitucionalizar a las Fuerzas Militares y de Policía.
Velásquez no solo será el encargado de sacar a la Policía del Ministerio de
Defensa, sino que además, emprenderá un proceso de rediseño institucional
que involucrará, la eliminación del servicio militar obligatorio y la
reformulación de la doctrina militar, que seguramente llevará al abandono
absoluto de la iniciativa en la acción contra los Grupos Armados
Organizados- GAO y los Grupos de Delincuencia Organizada-GDO, al
tiempo que desnaturalizará las relaciones de subordinación, promoviendo y
exacerbando el resentimiento en el seno de sus filas, sin contar con una cacería
de brujas sin precedentes. Contrario a lo pretendido por cualquier reforma
emprendida a estas Instituciones, las del nuevo gobierno, descansan en el
prejuicio, se motivan en el revanchismo y conducirán a la debacle.
Hoy más que nunca, los colombianos debemos rodear a nuestra Fuerza
Pública y rememorar las palabras del Libertador “la energía en la Fuerza Pública
es la salvaguardia de la flaqueza individual, la amenaza que aterra al injusto, y la
esperanza de la sociedad. Considerad, que la corrupción de los pueblos nace de la
indulgencia de los tribunales y de la impunidad de los delitos. Mirad, que sin fuerza
no hay virtud; y sin virtud perece la República”.